Rutinaria sesión plenaria en Rabat, tras el plantón del Rey Mohamed VI al presidente Sánchez, en la cumbre hispano marroquí con un discurso del primer ministro Aziz Ajanuch en el que le ‘recordó’ varias’ veces en nombre del Rey ausente a Sánchez la entrega por España a Marruecos de la plena soberanía del Sahara Occidental.
Lo que dejó sin respuesta al jefe del Gobierno español quien en un discurso breve se limitó a saludar al gobierno marroquí y a decir ‘hay que evitar lo que ofende a la otra parte’.
O sea otra jornada en blanco o en negro para Sánchez en Rabat. Aunque conviene precisar, en relación a Marruecos, que el plantón de Mohamed VI a Sánchez en Rabat no parece un hecho político en sí mismo, ni un desaire premeditado a España, sino más bien la evidencia del deterioro del monarca alauita, que lleva tiempo desaparecido y huido de sus responsabilidades en el país vecino.
Y perdido desde hace ya algún tiempo en extrañas fiestas y en prolongadas vacaciones sin control alguno, como lo explicó días atrás Ignacio Cembrero en una excelente crónica en El Confidencial.
Pero el presidente Sánchez nunca debió de hacer aceptado la visita de su amplia comitiva ministerial a Rabat sin la garantía de que Mohamed VI, la máxima autoridad política y religiosa del vecino país, participaría en la cita. Máxime después del enorme regalo que Sánchez le hizo a Mohamed VI, al reconocer la soberanía marroquí del Sahara Occidental.
Lo que, por otra parte, ha tenido un alto coste económico y político en las relaciones de España con Argelia. Y lo que ha dejado a Sánchez, y a su ministro de Exteriores Albares, en desairada posición. Y mientras crece la sensación de que Sánchez es rehén de presuntas escuchas y grabaciones que Rabat habría podido hacer con el programa Pegasus en el teléfono del presidente y de otros de sus ministros.
Sin embargo y dicho todo esto se tiene la impresión en Madrid, París y en Rabat de que el desvarío personal del monarca alauita no puede continuar en el descontrol ni con sus largas e injustificadas ausencias.
De ahí que se pueda especular con la idea de que Mohamed VI podría verse forzado a una abdicar en beneficio de su hermano el príncipe Rachid hasta que su sobrino el príncipe heredero Hassan termine sus estudios y su preparación para gobernar el país.
Por supuesto cabe la posibilidad de que Mohamed VI rectifique y abandone las extrañas compañías de los hermanos Azaitar y otros personajes que le suelen acompañar en sus escapadas, y que regrese a sus altas funciones de Estado. Pero la larga secuencia de espantadas y despropósitos no permiten ser optimistas sobre esa posibilidad del retorno del Rey alauita.
Pero mientras tanto y a la espera de lo que, en un momento dado, puedan hacer los poderes fácticos marroquíes (asesores reales y grandes fortunas) y políticos (Gobierno, Parlamento y el Ejército), en España se debe actuar con prudencia y con paciencia.
No en vano las relaciones políticas y económicas hispano-marroquíes son de la máxima importancia para la estabilidad en las dos orillas del Estrecho y no sería apropiado ni inteligente convertir el desaire personal de Mohamed VI en una afrenta a España. Sobre todo cuando se sabe que, a pesar de lo ocurrido, la disposición del Gobierno de Rabat es ahora la de colaborar.