Enrique Ossorio ha vuelto al ruedo de la ignominia. El vicepresidente y portavoz de la Comunidad de Madrid, mano derecha de Isabel Díaz Ayuso, el hombre que cuenta con mayor patrimonio declarado en la Asamblea y que gana casi 105.000 euros al año, es uno de los 137.346 madrileños registrados por su situación “vulnerable” y por ello recibe 195,82 euros al año para ayuda de calefacción, poco más de medio euro al día. Cutre, que es lo mismo que tacaño y miserable, según la RAE, es la palabra que mejor define al personaje.
Enrique Montañés García, marido de Mónica García, la portavoz de Más Madrid en la Comunidad, es otro de esos 137.346 madrileños presuntamente “vulnerables” que recibe al año 195,82 euros para ayuda de calefacción. De la política sabemos que cobra 43.520,60 euros y que en sus cuentas corrientes hay 117.580, según el portal de transparencia. Del consorte no sabemos nada, pero lo de ese medio euro al día nos da también, en este caso, para recordar con el mismo énfasis lo de cutre, tacaño y miserable.
García no tiene el historial de despropósitos de Ossorio ni tampoco, a la vista está, información suficiente sobre lo que sucede en su casa, toda vez que tras lo publicado por InfoLibre ha corrido a pedir la dimisión inmediata del vicepresidente sin caer en la cuenta de que a lo mejor estaba empezando a pedir también la suya propia. Cosas de la vida que provocan que cada vez más ciudadanos se alejen de la política.
No es la primera ni la segunda vez que Ossorio hace gala de un comportamiento a priori un tanto obsceno. No es de recibo que una persona de su patrimonio y de sus emolumentos mensuales se ponga la pegatina de “vulnerable” -como si de una estrella amarilla de seis puntas se tratara- para acceder a una ayuda que nunca estuvo pensada, por mucha familia numerosa que tenga, para quienes perciben al año el equivalente a 14 pagas de 5.000 euros netos, aproximadamente. Ni tampoco estaba pensada para los Montañés-García, por mucha familia numerosa que tenga también y aunque no lleguen a esa nómina, que no lo sabemos.
El pasado año, Ossorio -que tiene un currículum mucho más extenso que la líderesa de Más Madrid- traspasó no pocos límites cuando menospreció y ridiculizó varios informes sobre la pobreza en Madrid tras la crisis provocada por el coronavirus. En una comparecencia ante los medios de comunicación se preguntó, con una cierta chulería, e incluso mirando a su espalda, como si buscara algo, dónde estaban los pobres porque él, desde luego, no los veía por ninguna parte.
Fue más lejos en octubre cuando el portavoz de Ayuso rechazó en nombre de su grupo la creación de una comisión de investigación, que le exigía la propia Mónica García, sobre las 7.000 muertes que tuvieron lugar en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la primera ola de la pandemia. Una negativa lógica en un gobierno que nunca ha querido saber y que siempre ha preferido que nadie sepa. Lo peor vino -escandalo en la Asamblea incluido- cuando Ossorio trató de justificar la negativa afirmando que no veía necesaria tal comisión “porque las familias ya han superado sus muertes”.
Ignoro en qué se basó Ossorio para aseverar tan rotundamente que los familiares de estas, insistimos, más de 7.000 víctimas habían superado ya la tragedia que supuso no sólo las muertes de los suyos, sino que estas se produjeran de una forma tan cruel y terrorífica: abandonados a su suerte, sentenciados a no poder ser trasladados a centros médicos para intentar salvar sus vidas, sin cuidados paliativos y solos, completamente solos, en sus habitaciones, que incluso antes de fallecer ya se habían convertido en ataúdes.
“Hace falta ser mala persona para decir eso”, fue lo que dijeron, demasiado educadamente a mi entender, algunos de esos familiares que según la mano derecha de Ayuso ya habían superado la muerte de los suyos.
Son situaciones como estas, las del año pasado y la que hemos sabido este miércoles, las que desnudan a un individuo como Enrique Ossorio. Las que nos dicen de qué pasta está hecho. Las que lo dejan a la intemperie, solo ante el espejo. Perder la dignidad por apenas medio euro al día nos muestra sin photoshop el daguerrotipo de este servidor público. Y para alguien que es capaz de reírse de la pobreza ajena o ningunear a los muertos en las residencias madrileñas durante la pandemia, meterse ahora en el bolsillo unos eurillos al año como si fuera un ciudadano realmente necesitado está al mismo nivel ético que lo anterior.

Mónica García, lideresa de Más Madrid.
El caso de Mónica García es distinto pero el pecado es exactamente el mismo. Desconocer lo que hacía su marido no la exonera éticamente de la misma responsabilidad que arrastra Ossorio.
Y por mucho que, gracias a sus carnés de familia numerosa, ambos puedan tener derecho a percibir esta ayuda, no es defendible su aceptación en quienes no son ni remotamente vulnerables ni la necesitan para calentar su hogar a final de mes por más que el que pague sea Pedro Sánchez, como señaló este miércoles, siempre tan ocurrente y chistosa, Isabel Díaz Ayuso.
No se puede jugar con la dignidad ajena convirtiendo una ayuda para los colectivos verdaderamente vulnerables en un carajillo al día para quienes no lo son en absoluto. Esto no es un chiste de su jefa, señor vicepresidente, ni un error de su marido, señora portavoz de Más Madrid. Y quizá los vulnerables de verdad, los que pasa frío, pudieran ver aumentada su ayuda, aunque fuera ese medio euro al día, si algunos ventajistas o inmorales, como es el caso que nos ocupa, hubieran renunciado a ella o no la hubieran ni tan siquiera solicitado.
¡Qué cutres son algunos políticos, qué cutres!