Por Leonor, todo por Leonor

La princesa Leonor mira a la cámara en la visita de la Familia Real a los jardines de Alfábia, en Buñola (Palma), este verano.

Casa de S. M. el ReyLa princesa Leonor mira a la cámara en la visita de la Familia Real a los jardines de Alfábia, en Buñola (Palma), este verano.

A menos de 48 horas de que se celebre el solemne acto parlamentario en el que la princesa Leonor jurará la Constitución, aún no parece del todo clara la “participación” activa de un pueblo poco acostumbrado a actos más propios de la pompa británica. Esos que observamos en la pantalla, como si de una película se tratara. Sin embargo, para sorpresa de algunos – me incluyo, y no por descreída ni contraria, sino por poco simbólica –, estos últimos días han empezado a brotar banderas de España en balcones de calles por las que ni siquiera pasará el cortejo real camino a la Casa de este Pueblo que no logra dejar atrás diferencias e, incluso, reivindica divorcios privilegiados

Lo único positivo de haber cumplido años es poder componer en la cabeza el puzle histórico vital del que, sin saberlo, íbamos recolectando las irregulares piezas con que ahora, ante ciertos acontecimientos de relevancia, intentamos encajar el endiablado juego de mesa que en la vida real jamás se completa. Siempre faltarán piezas o habrán aparecido otras que, de momento, no se sabe dónde encajarán para llegar al único destino deseable y ojalá que posible: la convivencia en libertad. Cada uno de nosotros hará estos días un personal rompecabezas según sus propias concepciones, recuerdos de lo que oía hablar a los mayores y aquello que posteriormente aprendió hasta formarse una opinión. Con suerte, una opinión alejada del dogmatismo, cercana al liberalismo racional y, por tanto, dispuesta a ver los hechos como son o se han producido. Dispuesta, igualmente, a aceptar que, hechos o no, también es difícil que todos los veamos de la misma forma.

Hoy, la princesa Leonor es el futuro y, en parte, cada vez será más protagonista del presente tras su ascenso institucional del próximo martes. Para ello lleva preparándose desde su nacimiento. Será, además, la tercera reina, junto a Juana e Isabel II, que jure la sucesión monárquica en España. Eso sí, con más diferencias aún de las que le separan del juramento de su padre, pero con la misma aborrecible regla de antaño. Porque el artículo 57.1 de la Constitución que está a punto de jurar sigue otorgando al varón preferencia a la hora de heredar la Corona. En definitiva, Leonor será reina por la circunstancia de no tener hermanos de sexo masculino, a diferencia de lo que sucedió en el caso de su padre que, siendo el menor de la familia, pasó a encabezar la línea de sucesión por delante de sus dos hermanas. ¿Alguien se ha preguntado alguna vez cómo habría sido la reina Elena?

Con el nacimiento de Sofía, nos salvamos por los pelos de la reforma constitucional que tendría que haberse hecho – creo que sobre ello no cabe duda –, sentando un precedente e inaugurando la incierta senda de un jardín al que ningún gobernante quiere entrar. Siempre resultó extraño que la Constitución del 78, valedora de la igualdad de todos ante la ley, sin discriminación “por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, se la jugase a cara o cruz con el derecho dinástico. Solo resulta comprensible por el hecho, incontestable cual pieza de rompecabezas fabricado en hierro y no en cartón, de que la redacción del texto supremo tenía la misión de sentar las bases de una convivencia inclusiva y pacífica. Un texto tan amplio y consensuado como fuera posible, para poner finalmente en marcha la democracia que nos devolviera a Europa y al resto del mundo occidental.

Sus padres, sin embargo, no tenían una bola de cristal.

En realidad, ninguna ley puede prever a tan largo plazo lo que la sociedad reclamará tiempo después. Mucho menos, cuando se trata de caprichos personales o del oportunismo de un gobernante que pretende utilizar la “flexibilidad” de nuestra Carta Magna hasta convertirla en una sustancia correosa. Tan falta de personalidad como aquellos cuyo mandato está hecho de plastilina. Sin embargo, lo fundamental de aquel texto era dar cabida a todos, incorporar las diferencias “regionales” en lugar de limitarse simplemente a aceptarlas. Aquel texto que se leyó en alto en los colegios de toda España – ¿pecó de ingenua preguntando si ahora también se hace? –, era el propio de un país harto de peleas y oscuridad, que reclamaba, como el himno de Jarcha, “libertad sin ira, libertad”.

Quienes recordamos, entre la neblina del paso del tiempo, aquel 30 de enero de 1986, cuando el rey Felipe recorrió las calles de Madrid en dirección al Congreso, entró en el edificio por una Puerta de los Leones engalanada con el rojo y dorado baldaquino y, atravesando el salón de los pasos perdidos, se presentó ante nuestros representantes, no podemos dejar de pensar hasta qué punto han cambiado las cosas. No es algo extraordinario, al contrario. La evolución manda y 37 años son, igual que los que cumplimos las personas, muchos. La jura de Felipe tuvo lugar, por ejemplo, tan solo unos días después de que se consumara el ingreso de España en la entonces llamada Comunidad Económica Europea, hoy UE, que fue, sin duda, el mayor reconocimiento internacional para nuestra joven democracia. Un esperanzado país de “puertas abiertas”, que unos meses después votó en referéndum a favor de la permanencia en la OTAN. Por cierto, una consulta popular – de todos, no de algunos porque en eso consisten los referéndums -, que el gobierno socialista ganó a pesar de haberse comprometido en su campaña electoral a defender que “OTAN, de entrada, no”. Nadie se rasgó las vestiduras. Nuestra experiencia democrática era pobre, pero ya sabíamos, como ahora, el “valor” del programa electoral de los políticos… Y aquí caben todos, aunque unos mucho más que otros.

Por otra parte, en aquella España que se las veía por primera con el IVA, la mayor amenaza era el terrorismo de ETA. Solo ese año, la banda asesina se cobró la vida de 41 personas y dejó decenas de heridos en alguno de sus sangrientos atentados, como el de la plaza de la República Dominicana de Madrid. Cinco ollas a presión repletas de metralla conectadas a 35 kilos de dinamita goma-2 y camufladas con rollos de papel higiénico en el interior de una furgoneta aparcada en el camino del autocar lleno de guardias civiles, regaron de muerte otro día en aquellos años del plomo. Mientras la inmensa mayoría trataba de salir adelante en una situación de elevada tasa de paro, ETA mataba. Al principio, militares; luego a todos los que tuvieran la mala suerte de cruzarse en su hediondo camino. No había piedad ni intención alguna de aparcar la violencia para sumarse al progreso y quien dijera lo contrario dentro de sus filas, tenía los días contados. Como Dolores González Cataraín, Yoyes, la militante de ETA asesinada por sus ex compañeros tras expresar su opinión favorable a la reinserción.

La España y el mundo que conforman el escenario de la jura de la princesa Leonor presenta nuevos desafíos, que con toda probabilidad serán otros distintos cuando, finalmente, ocupe el puesto de su padre. Desde 1986 hasta hoy, la población española ha crecido en 10 millones de personas y ha aumentado la esperanza de vida. También hay un ascenso considerable de población extranjera, que hace cuatro décadas era un 0,7% y hoy, un 11,4%. Otra España. Y otro hemiciclo esperando la llegada de Leonor, que no puede parecerse menos al de aquel que recibió a su padre, cuando los no monárquicos se definían “juancarlistas”. ¡Quién lo iba a imaginar! El martes, el rey emérito – no entiendo porque doña Sofía tampoco - ni siquiera pondrá un pie en alguno de los actos oficiales del gran día. Tampoco estarán todos “nuestros” representantes, aunque vivan en y de una monarquía parlamentaria que, gran paradoja, quieren despreciar no acudiendo a un evento que no es gubernamental ni monárquico, sino parlamentario. Y ellos, lo dice su cuenta corriente a fin de mes, ocupan un escaño.

Mañana, si hay un mañana, será otro mundo, con otros protagonistas y los viejos, recordando y comparando... Para Leonor empieza “oficialmente” el martes; para el resto de chavales de su edad, la generación Z, ya ha empezado y, aunque se esperase menos aun que la proliferación de banderas en las fachadas, la mayoría de ellos mira “con buenos ojos” a la futura reina. Algunos, simplemente, porque les gusta lo que se publica en su cuenta de Instagram…