Los de La Quinta han llegado tarde

El Juli, ayer en Madrid.

Plaza1El Juli, ayer en Madrid.

La corrida que ayer se lidió en Las Ventas con el hierro de La Quinta ha llegado tarde a Madrid. Muy tarde. Demasiado tarde. Seis toros con el aire del mayor esplendor de los “buendias” de Bucaré, seis santacolomas pata negra, seis dijes en hechuras y pelaje que han peleado bravamente en varas, metiendo los riñones, empujando en línea recta sin renunciar a la lucha a pesar del duro castigo recibido, llegando a la muleta con extraordinaria fijeza y largo y humillado recorrido, no son de este tiempo. No está el horno de Madrid para este tipo de bollos.

Antes de que los puntillosos me pongan reparos, diré que sí, que en efecto hubo dos toros –quinto y sexto-- que no alcanzaron el nivel de magnificencia de sus hermanos de hierro, el uno porque en principio exhibió cierta bronquedad antes de atemperarse, y el otro porque, quizá, durante el último tramo de su lidia se levantó un fuerte viento y ello estimuló su primaria vocación de acostarse por ambos pitones, además de ir perdiendo recorrido su embestida, la menos clara de toda la tarde.

El caso es que, por fas o por nefas, la espoleta de salida de la feria de San Isidro, de este año se ha quedado en un gatillazo. Ahora, venga usted a explicar a esa multitud de gente que ha colocado el cartel de No Hay Billetes en el frontis de las taquillas de la Plaza cómo es posible que las dos figuras más esclarecidas del cartel, El Juli y Roca Rey, no hayan alcanzado un triunfo incontestable. Alzo el telón de destapar tópicos, hablo por boca de ganso y entro a saco: “Es que con esta mierda de corrida ni son figuras ni son ná. Aquí, en el Foro, no valen triquiñuelas ni jonjanas. Aquí el toro, como la honradez en la mujer del César, no solo debe serlo, sino también parecerlo. El toro, con kilos, años, y cuernos bien visibles, ¿estamos? Madrid, es Madrid”.

Regreso a la racionalidad y concluyo: ¿cómo va a admitir la “afición” de Madrid esta corrida de toros, con esos pesos tan cercanos al límite de mínimos, y esos cuerpos apretados de carnes y bajos de agujas –sin chicha ni limoná--, cuando hace unos días se lidió una novillada con más peso, más cornamenta y casi al borde de los cuatro años. Esa sí que estuvo “bien presentada”. ¡No se protestó ni uno!

Ahora, bien: ¿no es acaso el toro de santacoloma, rama Buendía, cárdeno de pelo, breve de cuerna, fino de cabos, bajo de cruz y corto de manos? ¿No suele ser bravo en varas y encastado en los demás tercios de la lidia, al punto de traer de cabeza a la mayoría de los coletudos que a ellos se enfrentan? Entonces, ¿por qué se protesta ésta tipología? Seguramente, por desconocimiento del Catón que explica las características físicas y “químicas” de los encastes de bravo en España. Si se apartan esas cualidades identitarias, se habrá echado a perder el encaste. Será otra cosa, más grande, más ciclópea, pero no un toro de la línea santacoloma.

Ayer, para romper Plaza apareció una belleza de la raza de lidia, con el hierro de La Quinta que solo se rindió conforme se iba vaciando su depósito de sangre brava. Bravo a más no poder. Noble en gran medida, acabó embistiendo con el hocico por el suelo, desplazándose hasta más allá de lo que le mandaba el torero; el segundo, veleto, astifino y rabilargo, fue el único que hizo sonar el estribo, pero fue muy bien picado por José Antonio Barroso y embistió al ralentí, con tranco largo y lento; el tercero, muy bravo y codicioso, de atosigante movilidad; el cuarto, también bravo y, quizá, demasiado noble, no transmitió tantas emociones al tendido; el quinto, muy sangrado, exhibió más temperamento que los anteriores, pero acabó atemperándose en la muleta; y el sexto, cornalón exagerado, fue el que ofreció acometidas más inciertas, aunque tampoco planteó excesivos problemas a su matador.

¿Qué pasó, pues? Nada. Que Álvaro Alarcón, con los nervios de tomar la alternativa en tarde de relumbrón, tardó en centrarse con el magnífico primer toro, pero, la verdad, logró hilvanar algunas series de pases naturales de largo metraje y apreciable templanza y en el sexto, entre el vendaval y la incertidumbre del astado, se le fue la tarde en blanco, como su vestido. Que El Juli dio una lección de conocimientos y depurada técnica (conocimientos, más técnica, igual a “oficio”) y por momentos hizo crujir a los tendidos –llegó a poner al público en pie—con varias series de toreo al natural y en redondo de una plasticidad, lentitud y recreación, realmente admirables, pero se desanimó pronto ante el apagamiento del cuarto toro, y Roca Rey, se encontró con un toro que no se cansaba de embestir y de repetir las embestidas e hizo parecer que su toreo era excesivamente acelerado, y con otro menos claro, no acabó encontrar acoplamiento. Total: una ovación para El Juli, silencios y pititos para Roca Rey y palmas y un aviso para el toricantano. Ah, que no se me olvide: José Chacón colocó dos soberbios pares de banderillas al sexto toro y saludó una enorme ovación, compartida con su compañero Herrera. Este tío, Chacón, está que se sale.

Se mató pronto la corrida. Aunque no siempre bien. En cambio, los “¡bieeeeeennnnn…!” sonaron fuertes para Alarcón y El Juli. Al parecer, el ”¡ole!” tiene los días contados; un detalle más que avala el tardío desembarco en Las Ventas de los toros de La Quinta. Llegan a pillarlos Puerta, Camino y El Viti, pongo por caso, y todavía están en hombros por la calle de Alcalá.