Empujaron en varas, pero no embistieron de veras

Cogida de Mario Navas por uno de Los Maños, sin consecuencias

Las VentasCogida de Mario Navas por uno de Los Maños, sin consecuencias

Esto de Los Maños tiene su “aquél”. Digo esto porque creo que es una ganadería que se ha ganado predicamento en unos pocos años, saliendo a la palestra desde el fondo de saco en que se refugian algunos encastes en vías de recuperación, más que de extinción. Y es que, por hache o por be, estos maños vienen dando mucho que hablar en los últimos tiempos. Estoy convencido que ayer muchos aficionados acudieron a Las Ventas al calor y el color de los novillos de sangre ardiente y pelo cardenoso que llevan el hierro que la familia Marcuello y residen en las tierras aragonesas de Las Cinco Villas, por cierto, comarca de toreros (Miguel Peropadre reclutó este nombre para su apodo en los carteles) y de toros de probado temperamento, antaño, los uros salvajes de las primeras estribaciones de Pirineo y hogaño estas reses de nuevo cuño que tanto han dado que hablar.

Sí, los toros de Los Maños tienen ya fama de agalludos, respondones y peleadores en todos los tercios de la lidia, lo cual es bagaje más que suficiente para recabar el interés de quienes, ante todo, rinden culto al toro, y yo el primero. Así que, tras el paseíllo de los novilleros, el primer toque de clarín y la primera apertura de la puerta gorda (que no grande) de chiqueros era foco de atención de todos los que a esa hora de la tarde nos habíamos acomodado en el granito de Las Ventas, por cierto, helado como un carámbano, porque este tiempo primaveral está completamente loco.

Ahí está el toro, digo el novillo. Novillo es, desde luego. Aunque la tablilla dice que pesa 472 kilos está escurridillo de carnes; pero, bueno, esto de santacoloma “es así”, se oye por detrás de mí (no ”detrás mío”). Se deja pegar en el caballo montado por Pepe Aguado y en los siguientes tercios denota una palmaria falta de raza. Pasa por allí; y “por allí” pasa el de Los Maños, en un vaivén tan constante como anodino, tras una muleta que el viento bambolea, a pesar de los esfuerzos del novillero Diego García por domeñarla (estos días, los toreros están más afanosos por domeñar al viento que al toro), en un trasteo bienintencionado, casi todo por el lado izquierdo, que el torete admite con displicencia, y lo apiola de pinchazo, estocada y dos descabellos.

El segundo ya no es un torete, es una avispa. Flaco, degollado de papada y de vientre, tiene cara de mala leche y dos pitoncitos muy astifinos. Solo se escucha la tímida protesta de un par de espectadores. Esto es “así”… pero no tanto, amigos. A pesar de la buena brega de Curro Javier, llega a la muleta acostándose por el lado derecho y le pega una voltereta tremenda al novillero que debutaba en Madrid, Christian Parejo. No se amilana el chico y enseña su repertorio de toreo pinturero ante los aguijones del cardenito y el incordio de un viento que no para quieto. Es valiente como él solo éste Christian, que tiene un primer apellido bien acreditado en esta Plaza, pero pincha más que el camarero del Bar Campero de Valladolid, con los morunos de carne ensartada. Dos avisos y desencanto en el mozo que viste de blanco y plata.

El tercer novillo está más cuajado. Ante él se abre de capa uno de Valladolid llamado Mario Navas, que cubre el hueco dejado por Marcos Linares, herido gravemente en la Maestranza el pasado domingo. Navas torea con sandunguero estilo de capa y se dobla con el novillo por bajo con gran empaque, lo cual hace suponer que ambos, novillo y novillero, van a congeniar de ahí para adelante, pero ¡quiá! El de Los Maños se desentiende del entente cordial que le ofrece el joven torero y las series de pases van decayendo en vistosidad e interés. Dos pinchazos hondos y estocada. En el sexto será.

De momento sale el cuarto, que también tiene más cuerpo que los anteriores, pero tras pasar por el tercio de varas, corta en el de banderillas a quienes portan las “frías. Diego García le ofrece la muleta con suavidad, tira de la embestida sin tirones, haciéndonos creer que ha llegado, por fin, el que embiste por derecho. Nada. Falsa alarma. Enseña sin sonrojarse su cualidad de mansurrón de libro. Varios pinchazos y media estocada acaban con el mero apunte de lucimiento. Suena un aviso: Diego se quedó sin triunfo, como el Diego de Flandes se quedó sin novia.

Ahí está el quinto, también de estampa muy apañada. Apretado de carnes, embistió de verdad a los caballos de picar y protagonizó un buen tercio de varas. No tarda en acudir a la muleta medio distraído, saliendo desentendido de los pases como las vacas en el prado o en los rastrojos: mirando al tren. Compuestito y jacarandoso, Christian, el de Chiclana, aprovecha el viaje más claro de cuantos cornúpetas han salido al ruedo esta tarde y logra caldear el ambiente de un público que, de cuando en vez, tiraba hacia arriba de puño de la camisa para ver la hora. Al calor de los tendidos de sol, y a la vista de la bondad del novillo zaragozano, se vieron los muletazos más entonadillos de la tarde. ¿Cortará oreja el novillero? Por poco se la piden, pero pinchó dos veces antes de la estocada y sonó, cómo no, un aviso.

Y, en fin, apareció como sexto el novillo más fuerte de la novillada. A su encuentro se fue de nuevo Mario Navas, capote en mano, pero se vio arrollado y volteado en un santiamén por el feroche novillo, tirándole al muchacho un hachazo que partió el raso de verde botella y el bordado en oro de la taleguilla. ¡Qué susto! Corrían subalternos y matadores al quite como si fueran a apagar un incendio. Es la solidaridad espontánea de la gente de coleta. Se fue a las tablas Mario Navas medio grogui y apareció, minutos después, liado de esparadrapos y apósitos, que parecía Tutankamón a medio embalsamar. Es el resultado de pasar por un taller de reparaciones de urgencia (cosetodo taurino), en un recodo del callejón. El toro, digo novillo, no tenía un pase. Y como no quería pasar tras la muleta, Mario le dio la boleta con un espadazo tras pinchazo y acabó con el pitonudo mañico, con un lote de novillos que empujaron en varas pero no embistieron de veras, con el viento y, sobre todo, con la impaciencia mal disimulada de la mayoría del público por abandonar la Plaza. Jugaba el Real Madrid en Manchester, contra el City. Bueno, a la vista del resultado, jugar, jugar...