La dimisión de Luis Rubiales, como presidente de la Federación, tardía por cierto, no permite entonar el se acabó porque en el fútbol femenino no se ha firmado la paz. Las campeonas del mundo, y un buen resto de colegas, no se conforman con el cambio de seleccionador, ni están dispuestas a volver al trabajo porque siguen en huelga.
Las jugadoras han aprovechado el momento en que por un beso inapropiado las velas de su barco están recibiendo viento a favor, para no cejar en sus reivindicaciones. No está claro si han aceptado a Monste Tomé como sustituta de Jorge Vilda. No están conformes con que las estructuras federativas mantengan el rumbo habitual. Algunas de sus peticiones son cambio tan radical que ni siquiera la forma del convenio colectivo, con aumento sustancial en su salario mínimo, las hará desistir de sus reclamaciones. Ciertamente, hay cuestiones que no aclaran suficientemente. A bote pronto, parecería que sus deseos van más allá de los derechos por embarazo, descanso pagado y tiempo legal de manutención del bebé. Las mujeres futbolistas están en la lucha por los derechos humanos que tantos años se les han negado. Dado que la asamblea federativa y, consecuentemente la directiva de la Federación y la presidencia están muy lejos de lo que ella representan en la actualidad, desean que se cambie la estructura actual con el fin de que dejen de ser números al margen.
Tal vez algunos de los puntos que han puesto sobre la mesa no puedan ser aplicables en la actualidad. Hay normas de la Federación que deben ser cambiadas, pero ello no se hace en horas veinticuatro. Las grandes modificaciones tendrán que esperar. De momento, la dimisión de Rubiales exige la creación de una gestora y con los artículos en mano convocar elecciones. Para que las jugadoras tengan mayor presencia en los estamentos federativos será preciso modificar el peso de la federaciones territoriales y dar más oportunidades para que, de igual modo que hay puestos para jugadores profesionales y aficionados, los porcentajes de las mujeres sean acordes con lo que ellas representan. La paridad es horizonte todavía muy lejano. En el fútbol profesional, salvo cuatro entidades, son sociedades anónimas. En el Valencia, por ejemplo, ni siquiera todos los socios pueden acudir a la asamblea y votar. Lim, socio mayoritario, impuso una norma que ha echado de las asambleas a todos los minoritarios. Si mal no recuerdo hay que sumar un mínimo de mil acciones para tener presencia. El fútbol femenino tiene al problema añadido de que los clubes a que pertenecen no son propiedad de mujeres.