Todos los gritos racistas, homófonos y de cualquier índole son perseguibles de oficio. En el fútbol, desgraciadamente, suelen tomar asiento individuos de la peor ralea, pero ellos no componen, afortunadamente, la mayoría de los espectadores que acuden a los campos de fútbol. Los actos detestables se han dado en varias ocasiones, mas nunca han alcanzado el volumen de lo sucedido en Mestalla con Vinicius como protagonista activo y pasivo. Su pertenencia al Real Madrid, club mundialmente reconocido y admirado, ha dado mayor volumen a lo ocurrido. Prefiero pensar que nuestro primer deporte es no es fundamentalmente racista, aunque en esta ocasión el hecho haya traspasado los límites nacionales e incluso políticos.
No es de recibo que existan todavía en las gradas individuos que han visto profusamente las pancartas en las que los futbolistas han participado en el “no al racismo” y, pese a ello, continúen manifestándose de manera tan perversa. Hubo un tiempo en que la principal lucha de los clubes estuvo en acabar con las bandas ultras que se distinguían por sus fechorías. La pelea se hizo difícil, pero finalmente se ganó. Los clubes ya no dan cobijo en sus instalaciones a estas agrupaciones, no les conceden despachos en los que guardaban sus pancartas y banderas y ya no se les pagan desplazamientos y entradas en viajes importantes. Ahora, hay que acabar con lo que ha manchado mundialmente a nuestro deporte y país. Pero el caso Vinicius es realmente caso singular y no basta con que el Valencia ofrezca disculpas y eche de la institución a los autores de lo sucedido.
También conviene examinar el hecho de que de las nueve denuncias que se están estudiando ocho han sucedido en partidos en que ha participado Vinicius. Todos sabemos que el Madrid le ha puesto casi vigilancia en el campo para que no se pierda en discusiones a las que es tan aficionado. Su tendencia es acudir a cualquier conflicto aunque suceda en la otra parte del campo en la que no está él.
Vinicius es futbolista excepcional, como lo han sido Roberto Carlos o Marcelo que nunca protagonizaron escándalos como el actual. Luis Pereira, Donato, Miltao, Cunningham, Ronaldo, Ronaldinho, Waldo, Rudiger, Mauro Silva, Djalmina y doscientos jugadores negros que en la actualidad pertenecen a clubes nacionales, nunca han sido víctimas de agravios importantes. Han sido casos pasajeros como el que se puede recordar de Roberto Carlos. También hubo un hecho importante con Eto´o y, seguramente, hay memoria de sucesos vergonzantes en distintos campos. Pero si lo visto en Mestalla da por sentado que España es país racista y el fútbol español está enfermo por esta tendencia, es problema que hay que afrontar con firmeza y seriedad. Pero también hay que distinguir qué tipo de conversiones tiene Vini con su entrenador cuando se va perdiendo en Manchester y las razones por las cuales el brasileño se ha creado animadversiones generales. Y salir de Mestalla incitando al público con los gestos diciéndole que el club se va a Segunda no es para aplaudir. Desde los tiempos de Bañón, ha llovido, no he conocido un caso de un jugador madridista que se pueda acercar al que comentamos. No recuerdo en el Madrid un futbolista tan polémico. Y contra el racismo, la mínima concesión.