Ni nuevas elecciones ni bloqueo

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), junto a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero Cuadrado (d), preside la reunión de la Comisión Ejecutiva Federal del partido socialista este lunes en su sede en Madrid tras la celebración de las elecciones generales del país en el que el PSOE ha conseguido los 122 diputados.

EFEEl presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

¡Pues ya hemos votado! Y, pese a la celebración de las elecciones generales en pleno periodo estival, la participación ha sido casi 4 puntos más alta que en las últimas generales de 2019 (70’18% frente a 66,23%), incluida la cifra récord de 2,5 millones de papeletas del voto por correo. Con estos datos podemos afirmar que el comportamiento de la ciudadanía española ha sido más que ejemplar. No era fácil imaginar que la gente iba a poder encajar su participación electoral en mitad de las vacaciones, tras una convocatoria que pilló a todo el mundo por sorpresa. Pero los españoles, en contra de lo que se afirma desde muchas tribunas, no “pasan” de la política y mantienen una confianza evidente en el sistema democrático a pesar de algunas decepciones.

Debemos mostrarnos también agradecidos a todos los funcionarios públicos, particularmente a los de Correos, que nos han permitido ejercer nuestro derecho al voto en un clima de orden y de tranquilidad. No me olvido de los miembros de las mesas electorales y apoderados e interventores de los partidos políticos que, en plena canícula en gran parte de España, han realizado su tarea con profesionalidad eficacia.

Después de un ejemplo ciudadano como el del 23 de julio, habiendo superado con creces todos los obstáculos que estaban en el camino, ahora corresponde a nuestros representantes, recién elegidos, devolvernos la confianza que hemos depositado en ellos.

Vayamos por partes. El Partido Popular ha obtenido una gran victoria el pasado domingo sumando más de 3 millones de votos al resultado que tuvo Pablo Casado en 2019. Sus 136 escaños en el Congreso, su mayoría absoluta en el Senado y el enorme poder territorial que ha acumulado tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo, hacen del partido de Núñez Feijóo una fuerza decisiva en los próximos años. Pero ser el más votado no va a garantizarle al PP la investidura de su líder. En una democracia parlamentaria como la nuestra al Presidente lo elige el Parlamento y, en la Cámara baja, el Partido Popular no tiene, ni de lejos, la mayoría que se prometía y necesitaba.

El Partido Socialista, tras la derrota de mayo, ha sabido recuperarse y presentarse ante el electorado como el partido progresista más útil para la izquierda. De esa manera el PSOE recibe votos de prácticamente todas las fuerzas de progreso del país, incluidos los grupos independentistas como Esquerra Republicana. El partido de Pedro Sánchez se consolida, así, como la gran casa común de la izquierda hasta el punto de restar votos al prometedor movimiento de Yolanda Díaz que, a pesar de haber despertado un gran caudal de simpatía en amplios sectores sociales, no ha conseguido ni siquiera mantener los escaños que ya tenían Podemos, Más Madrid y Compromís en el anterior Parlamento. Un gran fiasco para la que se presentó como la nueva líder de la izquierda verdadera.

Veremos cómo acaba resolviéndose la pugna entre Pablo Iglesias e Irene Montero contra Yolanda Díaz e Íñigo Errejón pero no parece que la convivencia vaya a ser pacífica. Si, finalmente, el PSOE logra constituir un gobierno de coalición con Sumar puede que se rebaje la tensión, si no, el conflicto interno está asegurado.

La mejor noticia de la noche del domingo, desde mi punto de vista, es el fracaso de VOX. España, a pesar de algunas voces agoreras, no ha decidido blanquear a la extrema derecha que pierde 19 escaños y la opción de entrar en el gobierno. El gran error de Feijóo y de su equipo ha sido pensar que sus pactos con VOX en las distintas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, tras las elecciones de mayo, no iban a pasarles ninguna factura. Es una grave equivocación porque significa que el PP desconoce una parte muy importante de la España real que es, precisamente, aquélla que no está dispuesta a normalizar la presencia de la ultraderecha en el gobierno de la Nación. Una parte importante del electorado más moderado del PSOE que, según preveían la mayoría de las encuestas, iba a migrar hacia el voto a Núñez Feijóo (entre 700 y 800000 votantes) ha desistido de hacerlo. En el fondo de esa decisión están, sin duda, los acuerdos del PP con VOX en la Comunidad Valenciana, en Extremadura y en algunos municipios importantes. En los procesos de conformación de esos gobiernos ha quedado meridianamente claro que a Feijóo no le molestaba lo más mínimo la presencia de los ultras de VOX compartiendo la tarea de gobernar junto al PP. Así, en la última semana de la campaña ha irrumpido con fuerza una gran comunidad progresista dispuesta a frenar a la extrema derecha y, por consiguiente a la derecha popular. Mientras el PP no resuelva su relación con VOX, dejando meridianamente claro que no van a gobernar con ellos, será difícil que consigan la mayoría parlamentaria que necesitan para gobernar. España está mejor vacunada que otros países de nuestro entorno frente a la amenaza de la derecha extremista, racista, homófoba y machista.

Lo que queda, a partir de ahora, es la política: el diálogo y los acuerdos que hagan posible un gobierno suficientemente estable como para afrontar todos los desafíos que presenta el inmediato futuro. Ya no es hora ni de teatrillos ni de soflamas electorales. Es el tiempo de la razón fría y la altura de miras. Las herramientas para conseguir el objetivo son poderosas y los ciudadanos las han refrendado en las urnas: democracia, Constitución, responsabilidad y sentido de Estado. Bloquear la investidura del Presidente del gobierno o volver a convocarnos a las urnas en Navidad, no es ni mínimamente aceptable. Los ciudadanos han hablado y ahora los políticos deben hacer bien su trabajo. Es lo justo.