En estos días turbulentos que vivimos echo en falta la opinión ponderada de Julián Marías.
La ponderación ¿adónde se ha ido?
En su lugar, asoma la arenga, esa llamita capaz de causar, si nadie extingue el conato, un gran incendio.
Hay quien ha prendido la mecha, de eso no hay lugar a dudas, a sabiendas de lo que hacía, para su propio beneficio.
Pero también hay quien tiene, calladamente, en su mano el extintor; y en lugar de apagar el fuego, insufla al personal para que todo se incendie, amenazando con extender el incendio a Europa.
Ya tenemos el Gran Incendio.
¿Nerón?
Así lo recordaremos siempre si no muda la actitud.
No al que prendió la llama.
Sino al que, pudiendo apagarla, no lo hizo.
Al contrario: puso el fuelle a toda máquina.
Nerón.
A no ser que tenga un gesto, inesperado, sorprendente, esperanzador, de grandeza.
¿Y qué es un gesto de grandeza?
Lo que vimos ayer en televisión, creo que era en la 1, tras las imágenes de las multitudinarias y pacíficas manifestaciones.
Salió un señor que había dado un riñón.
Un riñón.
¿Y por qué?
¿Para quién?
¿Para qué?
Preguntas todas ellas sin respuesta.
Eso es la grandeza.
Dar sin esperar nada.
“Por el Universo”, como decía un amigo.
“Ya me lo devolverá el Universo”.
Pues eso es la grandeza: Dar sin más.
Dar sin esperar nada a cambio.
¿Qué necesita usted?
¿Un riñón?
“Se lo doy.”
¿Qué le debo?
¿Qué quiere a cambio?
“Nada.”
¿Le puedo dar las gracias?
“No por favor, no hay de qué.”
Eso es la grandeza.
“¿Qué necesita usted?”
Siete votos o siete abstenciones.
“Aquí las tiene, mi voto el primero”.
¿Qué le debo?
“Nada.”
¿Querrá usted ser Presidente del Gobierno, al menos un rato?
“No.”
¿Qué me va a costar?
“Nada.”
Algo querrá…
“NADA.”
Que se dialogue así entre contrarios en nuestro país es pura ficción por una sencilla razón: la Patria no es España para el político español.
La Patria es su partido y su núcleo de poder.
El Poder es la Patria en España.
Por él, lo que sea.
Y quien está reprochándole esto al adversario, está haciendo él exactamente lo mismo: luchar por el poder al precio que sea, incluso incendiándolo todo y a todos, o amenazando con hacerlo, que es, a mi modo de ver, más lamentable aún.
¿Para eso ha ido usted a Madrid?
¿Para proclamar soflamas?
Julián Marías decía, o solía recordar, que no debemos quedarnos en los sótanos de lo que podemos llegar a ser.
Todos tenemos en nuestra mano la grandeza.
Se nos da cuando nacemos.
Tal vez muramos sin hacer uso jamás de ella.
Pero hay un momento en la vida de cada uno, en el cual se nos presenta la posibilidad de ser grandes.
Y elegimos.
Grandeza, o miseria.
Ser grande, o ser un miserable.
Conviene no confundir grande con grandilocuente.
Al contrario, las personas verdaderamente grandes, son discretas.
No tienen ni una pizca de chulería.
Hacen las cosas y no las proclaman.
No se vanaglorian.
Pero las hacen.
Y hacer es a veces no hacer nada.
Pensar en el Bien Común por encima del Bien Propio, o del bien partidista.
Si tanto ama la unidad de España, absténgase, usted que aún puede.
Al contrario de los demás, usted SÍ pudo hacer algo.
Aunque sólo sea por la infinitésima posibilidad de que no sea ya tarde, merece la pena intentarlo de otra manera: con grandeza.
Y si su oportunidad de dialogar ya ha pasado, esto no quiere decir que no pueda tener, todavía hoy, mañana, esta semana, un gesto de grandeza.
Habrá perdido el Gobierno, pero no como Nerón.
Habrá perdido.
Perdido como un señor.