La belleza se hace con poca cosa.
Hay en Formentera unos varaderos, llamados localmente, al igual que si fueran de piedra, “escars”, que son verdaderas obras de arquitectura marina.
Los más maravillosos son, a mi modo de ver, los más frágiles de todos, hechos de cañas y de maderas, frente al mar.
Hechos, en fin, por el hombre de mar que pone a salvo su pequeña embarcación, que es toda su vida, incluso su medio de vida.
En Formentera me encantaron los escars de Es Caló de San Agustí, hasta el punto de no dormir barruntando cuál sería el nombre vernáculo local; la palabra hecha, a partes iguales, de pensamiento y de mar, que reciben estas construcciones marineras que parecen ideadas por un niño, o por un viejo, porque se diría que no se han rematado adrede, para que naveguen en tierra con el viento que pasa por la costa, sin enfrentarse a él del todo, dejando rendijas entre las maderas y las cañas, por donde también el sol se hace trizas, para no ser el escar derribado ni por las inclemencias del mar, ni por las del cielo, ya que en Formentera es más inclemente el sol que las nubes.
Son tan sencillos los varaderos, los escars de Es Caló, que me cuesta describirlos.
No hay nada, frente a este mar Mediterráneo de una transparencia asombrosa, que pueda quedar mejor que los travesaños de madera de sabina de estos varaderos, bajando, como las vías de un tren, desde uno y otro escar, en abanico por la cala, abriéndose en la parte alta, para guiar a sus barcas, varadas por separado, cada una bajo la techumbre singular de su escar, hacia la misma inmensidad del mar.
Mirándolos, dan ganas de quedarte allí, de tener una barca que cuidar, de saber construir, con tus propias manos, un varadero así.
Por eso, cuando te fijas, aunque en principio te parezcan todos iguales, resulta que son distintos, como distintas son las huellas dactilares de cada marinero.
Son estos varaderos de Es Caló, e imagino que de toda Formentera, Bienes de Interés Cultural, porque son verdaderas obras de arte humanas.
El agua donde desembocan estos preciosos varaderos de madera, es la más clara de todas, y allí se baña la gente, y yo diría que sale más feliz del agua.
Puede que sea un requisito esencial para ser feliz no alejarse mucho del mar.
Tal vez sólo lo justo.
A la sombra de un cañizo.