Los trenes anchos como síntoma

Tren de cercanías

EFEEl Ministerio se reúne con Cantabria y Asturias para hablar de los trenes.

El caso de los trenes que no caben en los túneles constituye una anécdota significativa tanto de un error descomunal, asombroso, de diseño y encargo, como de la ausencia de explicaciones y de un relato coherente de lo ocurrido. Lo que vamos sabiendo es confuso y los lamentos de los presidentes autonómicos afectados, insuficiente para conocer el caso. Los comentarios del ministerio y de ADIF acreditan los errores por poco más, al tiempo que evidencia poca transparencia y ausencia de estrategia.

El hecho sustancial es la renovación de los trenes que hacen los recorridos de vía estrecha entre Cantabria y Asturias, lo cual que pasa por un pliego de oferta y un concurso para la adjudicación que habrán tenido publicidad y difusión en el sector. No estamos ante algo nuevo, la vía estrecha en el eje cantábrico, de Galicia a Vizcaya, existe desde hace casi un siglo, primero con compañías locales privadas y públicas y finalmente como empresa estatal que integró todo lo anterior a medidos del pasado siglo.

Todos los recorridos son difíciles, lentos, dedicados a viajeros y mercancías, nada rentables y que han dado todo lo que podían dar de si hasta ahora. Renovar las flotas parecía necesario ya que las actuales sufren de evidente obsolescencia que las hace costosas de operar e irrentables por sus prestaciones.

El escándalo radica en el encargo, los trenes requeridos no caben por algunos de los túneles. ¿Cómo es posible algo semejante? Parece una broma o un caso de impericia más allá de lo imaginable. Lo peor viene con las explicaciones que no pasan de constatar y lamentar el error. El caso invita a requerir informes más profundos sobre esa actividad integrada en Renfe Cercanías aunque afecta a tramos interregionales de más de mil kilómetros de recorrido.

Destapado el caso no estaría nada mal que Renfe explicara los costes y el sentido de esas líneas, el servicio que prestan, la relación coste-beneficio y la justificación de su mantenimiento. La rentabilidad económica y social, la viabilidad de esa inversión y el correspondiente gasto público corriente necesita un relato, una justificación, especialmente en tiempos de escasez, déficit y deuda. El caso sirve para reiterar la necesidad de evaluación periódica del gasto público.

No se trata de un incidente menor, ni de un despropósito aislado; estamos ante un síntoma de descontrol, de despilfarro, de desprecio a los recursos del común.

Sobre el autor de esta publicación

Fernando González Urbaneja

Nacido en Burgos en 1950, licenciado en Ciencias Políticas y titulado en Periodismo.

Desde 1999 hasta el año 2006 profesor asociado del departamento de Historia Económica en la Universidad Carlos III.

En la actualidad es colaborador habitual de los diarios ABC y otras publicaciones. Desde noviembre de 2003 a diciembre de 2011 preside la Asociación de la Prensa de Madrid y desde abril del 2004 hasta septiembre de 2008 Presidente de la Federación de Periodistas de España (FAPE).

Autor de los libros “Rumasa” (Planeta, 1983); “Banca y poder, la pasión por ser banquero” (Espasa Calpe, 1993); “Ética en la empresa informativa” en “Ética y empresa, visión multidisciplinar”, (Fundación Argentaria-Visor, 1997).

El Gobierno le designó en mayo de 2004 como miembro del comité de expertos para la reforma de los medios de comunicación de titularidad del Estado.

Actualmente es Decano del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual Facultad de Ciencias de la Comunicación Universidad Antonio de Nebrija.