Lola

Lola

PixabayRobles

Lola tenía el pelo del color de la luna.

Se sentaba al sol, con un muro de piedra a su espalda.

Yo pasaba y la veía con los ojos cerrados.

Al sol, el pelo, cortado recto a media melena, lleno de luna.

Se le notaba la felicidad en la cara.

Esa felicidad del día de sol, y de la luna en la cabeza.

Tenía varias ovejas, y una huerta.

Y tenía un piso en Coruña, al que no iba.

Le gustaba estar aquí.

Mirar mi casa desde la suya.

Una vez me confesó que le dio mucha rabia cuando planté los robles, porque le quitaron la vista de nuestra casa.

Los árboles, desde lo alto y lo bajo de sus ramas, ven más que nosotros.

Y se llevan más luz del mundo.

“Cuando los planté, no pensé que fueran a crecer tanto”, le dije a modo de disculpa.

“Es que los árboles crecen día y noche”, me contestó.

Día y noche.

Así era Lola, de decir pocas palabras, pero certeras.

Palabras que me hacían pensar, recordarlas tal y como habían sido pronunciadas…los árboles crecen día y noche…

Nunca me había detenido a pensar que los árboles pudieran crecer también de noche.

Se piensa mucho cuando se está en silencio como Lola.

Las horas las llenaba de quehaceres y de pensamientos, a veces al mismo tiempo.

Su casa, es, era, tan hermosa como ella.

Perfectamente orientada al sol, parecía, al fondo de la curva, la casa de un cuadro de Sisley.

Y Lola, con su piel tan tostada, y su pelo tan blanco, la figura en el paisaje.

Yo la veía de lejos, con las ovejas.

Veía su casa, antes de que crecieran los robles, tras los manzanos.

Tenía una huerta con unos tomates que se daban también al calor del sol en la piedra.

Le gustaba mirar, echar a volar la vista y el pensamiento.

No hablamos mucho.

Tampoco hablamos poco.

Éramos vecinas unidas por un camino.

Fuimos vecinas.

No hay nadie al otro lado.

Mirando mi casa entre las ramas.

Me pesa su ausencia como la del sol en un día nublado.

Como la de la luna en la noche de luna nueva.

Descansa en paz Lola.

De cerca y de lejos, te quisimos.

En “A Patoca”, te echaremos siempre de menos.

Mañana habrá luna llena.

La primera con Lola en el cielo.

Sobre el autor de esta publicación

Mónica Fernández-Aceytuno

Nace el 4 de mayo de 1961 en Villa Cisneros (Sáhara Español).

Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid se dedica desde 1991 a la divulgación de la Naturaleza en la prensa por lo que obtiene en el año 2003 el Premio Nacional de Medio Ambiente “Félix Rodríguez de la Fuente de Conservación de la Naturaleza” por su labor de difusión, y en el año 2007 el Premio Literario Jaime de Foxá.

El dos de octubre de 2008, se le entrega la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Montes al Mérito Profesional por su actividad en la prensa y en Internet.

Es columnista de ABC desde 1997, y colabora asiduamente en el suplemento NATURAL de ABC.

En 2007 funda el portal de la Naturaleza www.aceytuno.com, del cual es editora.