La confrontación (que no conversación) política española se desarrolla al modo de una vociferante partida de mus preñada de órdagos a casi todo. El “y tu más… y peor” es el camino por el que se desarrollan las declaraciones de hunos y hotros, utilizando la “h” inicial que usó, en su momento, D. Miguel de Unamuno. Y no es que los unos se parezcan a los otros, hay diferencias notorias, pero el resultado final es confrontación y declaraciones campanudas.
Tan campanudas como estériles ya que no conducen a nada nuevo, suponen no moverse del sito en espera de acontecimientos o pestañeos posteriores. Lo que es noticia en los periódicos, lo declarativo, es poco relevante ya que son simples palabras con significados equívocos a falta de concreción.
Aznar propone rebelarse contra las intenciones de amnistía que reclaman los unos y contemplan otros y a renglón seguido la portavoz del gobierno y voces afines califican a Aznar de golpista, escalando la partida de órdago en órdago hasta el desastre final.
Si una de las características de las democracias maduras es la “contención” en el ejercicio del poder, no es el caso español ya que la contención brilla por su ausencia. Más bien parece una partida de mus de madrugada cuando se cruzan órdagos sin sentido para dar la estocada final. La utilización de lenguaje grueso acredita no solo falta de contención, más bien abundancia de bocachanclas.
La portavoz del gobierno podría inclinarse por la pedagogía, por las explicaciones para convencer, pero ha optado por la agitación, por el activismo mitinero; no se para en barras a la hora de calificar, quizá sin conciencia de lo que dice. Acusar de golpista a un adversario como Aznar sin reparar en que tiene algunos que merecen esa calificativo más cerca, acredita que le va más deprisa la lengua que la mente. Más que portavoz del gobierno ejerce de fiscal de la oposición, eso si utilizando los recursos del común, del Estado.
No solo la portavoz, otros que ejercen esa función en los partidos y grupos parlamentarios se deslizan por la pendiente de la partida de mus nocturna y a bocinazo limpio. Es el caldo de cultivo que propicia la avería democrática, el descrédito de la política y la desazón d ellos ciudadanos que se sienten huérfanos y abandonados.