Pedro Sánchez ha tenido, por fin, que hablar a las puertas de La Casa Blanca de Washington sobre las listas electorales de Bildu presentó a las elecciones del 28-M que incluyen a 44 terroristas de ETA. Asunto sobre el que Sánchez no se quiso pronunciar desde que el miércoles el diario ABC descubrió la infamia y el escándalo lo llevó el PP, a la sesión de control del Congreso de los Diputados, donde Sánchez se negó a hablar de semejante agresión a las víctimas de ETA.
Y ahora, en Washington, Sánchez no ha tenido más remedio que responder para decir que las ‘listas de Bildu con 44 etarras ‘pueden ser legales pero no son decentes’. Una afirmación que se le puede aplicar perfectamente a la propia relación de Sánchez con Bildu (y con los golpistas de ERC) porque esa relación de Sánchez con Otegui y las concesiones del Gobierno a Bildu ‘pueden ser legales pero no son decentes’.
Y ahora vamos a ver qué pasa con la denuncia presentada por la Asociación Dignidad y Justicia ante la Audiencia Nacional, y admitida a trámite, para que la fiscalía compruebe la legalidad de dichas candidaturas de etarras. Una fiscalía que depende del Gobierno de Sánchez. Y que si no actúa de forma inmediata para aclarar la situación, ello significará que el presidente Sánchez, su Gobierno y el PSOE apoyan la propuesta electoral pro etarra de Bildu.
Y a no perder de vista que la fiscalía, en aplicación de la ley de partidos, podría incluso abrir diligencias para ilegalizar a Bildu por incluir terroristas entre sus candidatos electorales. Aunque a corto plazo debe aclarar si los candidatos de Bildu reúnen las condiciones legales para presentarse a las elecciones. Porque ya ocurrió en otra ocasión, y precisamente con Otegui, que otros etarras pretendieron ser candidatos y fueron excluidos por tener antecedentes penales como le pasó a Otegui.
Sánchez llega muy tarde a este debate porque el miércoles en el Congreso de los Diputados se negó a condenar las listas de etarras de Bildu, mientras sus ministros corrían despavoridos por los pasillos del Congreso huyendo de los informadores para no tener que pronunciarse sobre la cuestión. Patxi López, el ex lehendakari, apenas balbuceó un tibio ‘no me gusta’.
Pero esta infame provocación de Bildu está inundando, y con razón, el arranque de la campaña electoral. Un desafío al que Sánchez debería de responder condenando sin tapujos la iniciativa de Bildu y diciéndoles que nunca más pactará con ellos si mantienen las candidaturas de la infamia. Pero esa promesa ya la hizo Sánchez en las últimas elecciones generales de 2019 y no la cumplió.
Y no solo eso el presidente, a cambio de los votos de Bildu y para seguir en el poder, hizo numerosas concesiones al partido de los etarras con fueron la agrupación de presos de ETA en el País Vasco y la retirada de Navarra de la Guardia Civil de tráfico.
Y lo hizo con el mismo descaro con el que aprobó los indultos a todos los golpistas catalanes condenados en el Tribunal Supremo y luego les regaló, para rebajar más sus penas, la reforma del Código Penal eliminando así el delito de rebelión y rebajando las penas del delito de malversación.
Y este ‘cómplice y socio político’ de golpistas y terroristas es el verdadero Sánchez que ahora se hace fotos con Biden en Washington y que derrama los fondos públicos del Estado -con cinco años de retraso- para comprar el voto de distintos colectivos de cara a la jornada electoral del 28-M. Y hora es que los votantes moderados del PSOE y los de Cs voten contra Sánchez en defensa del recuerdo y de la dignidad de las víctimas de ETA a las que Bildu, una vez más, pretende humillar.