Qué demonios esconderá y qué sorpresas nos depara la Ley de amnistía, para que Pedro Sánchez y sus aliados nacionalistas no se hayan atrevido a enseñarla hasta ahora. Después de tantos pactos y negociaciones, dentro y ¡fuera! de España, y con las que Sánchez ha comprado su investidura, como dice Feijóo, ‘con los impuestos de todos los españoles’.
La explicación del retraso en la publicación de la Ley de amnistía estaría en que en La Moncloa estarían consultando la Ley con el entorno de Conde-Pumpido y negociando con Puigdemont algunos aspectos del texto, sobre todo si había algún tipo de alusión la tan criticado Lawfare (persecución e investigación de jueces) que ha indignado a las Asociaciones de Jueces y Fiscales.
No en vano Sánchez el pretendido ‘bombero’ de la conciliación catalana y pirómano de la igualdad constitucional y de la concordia nacional puede tener hilo directo con Pumpido quien podría estar ensayando el baile de la Sardana y afilando su ‘descabello’ una vez que Sánchez parece haberlo incorporado a su ‘cuadrilla’, de puntillero, para rematar en el TC lo que en el Ruedo Ibérico vaya quedando de España.
Es todo tan disparatado y demencial que incluso cabría imaginar que, en un ataque de locura y clarividencia, Sánchez dijera en el Congreso que todo ha sido un error, que pide disculpas y que propondrá la repetición electoral.
Está claro que eso Sánchez no lo hará porque se hundirán él con el PSOE y porque hasta ahora las multitudinarias manifestaciones contrarias a la Ley de amnistía -como las de ayer en toda España- no dejan de ser unos actos declarativos y sin consecuencias jurídicas, políticas o administrativas.
Otra cosa sería una huelga general en la administración de la Justicia en toda España para que Sánchez rectifique, y en la Comisión Europea se enteren de una vez del alcance de la crisis española y del alcance de una Ley de la amnistía, desigual para malversadores y favorable a golpistas y separatistas catalanes y vascos.
Una Ley que lleva en sus entrañas la desaparición de los delitos cometidos por los golpistas, la acusación implícita de un delito de ‘prevaricación’ en contra los fiscales y magistrados de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que juzgaron y condenaron justamente a los que ahora se quiere amnistiar y a los que ahora amenazan a los jueces como comisiones de investigación en el Congreso y en línea con la Lawfare.
Pero sobre todo una Ley que, por causa de todo esto, incluye un ataque flagrante y directo al ‘orden constitucional’ que juraron ‘guardar y hacer guardar’ el Rey y el presidente del Gobierno y que según la Constitución Española las Fuerzas Armadas -artículo 8 de la C.E.- tienen la obligación de defender.
Creerá Sánchez que los manifestantes se cansarán de salir a las calles, que los nacionalistas se apaciguarán con el primer pago del chantaje y que él se comerá en La Moncloa, tan contento y muerto de risa el pavo de Navidad y el turrón. Pero da la impresión de que eso no será tan fácil como Sánchez se imagina porque el patio español está muy revuelto y puede estallar incluso en la que parece ser una última y extrema negociación de Sánchez con Puigdemont.