El circo que ahora sirve de válvula de escape de la crisis política, económica y social que invade España es el de la corrupción marbellí y el espectáculo cotidiano de la telebasura que convierte en protagonistas y enriquece a los delincuentes públicos y privados de la llamada operación Malaya para presentarlos como actores muy bien pagados de los programas basura de los distintos canales de televisión españoles.
Canales entre los cuales la cadena Telecinco bate todos los récords de la basura y ordinariez gracias a la programación que dirige Paolo Vasile, como consejero delegado en España de Mediaset que es la empresa privada del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi. El que no solo no controla la basura en Nápoles sino que parece exportarla a raudales sobre el conjunto de la población de este país, y especialmente sobre las clases sociales más desfavorecidas que siguen con furor y a todas horas del día semejantes espectáculos. Los que nada tienen que ver con un servicio público, ni con el entretenimiento o la libertad de expresión y mucho menos con la cultura o el ocio. Pero que demuestran el bajo nivel de formación y respetabilidad de muchos de ciudadanos de este país que siguen semejantes programas.
Frente a este crecimiento de la televisión basura, de bajos coste de producción y alta audiencia populista, se ha puesto de moda otro tipo de programas, aparentemente informativos como son las tertulias políticas audiovisuales que han crecido como setas en las grandes cadenas de televisión y en las nuevas generales y locales de la TDT. Y que poco tienen que envidiar a otros programas de la basura rosa, por el estruendo y estridencia de sus tertulianos o por la pésima formación de sus actores que, al servicio furioso del PSOE o del PP, nos ofrecen una imagen lamentable del debate nacional, en un tiempo difícil como el que vivimos. Hasta en el deporte han salido tertulianos agresivos que facilitan imágenes lamentables y desde luego ajenas a la deportividad coloquial.
En realidad, los comentarios de Vasile diciendo que su presunta “princesa del pueblo”, Belén Esteban, podría obtener un buen resultado si se presentara en las elecciones generales (como su patrón Berlusconi presenta en Italia a sus “velinas”) dan una idea del deterioro general y del declive moral en el que vivimos. En un país donde pasan demasiadas cosas –como la huelga general que comienza mañana- y muy graves, sin que nadie asuma responsabilidades y sin que los primeros gobernantes del país, aquí incluidos los de la oposición, den la talla y ofrezcan la credibilidad, la confianza y una cohesión nacional frente a los graves problemas de la crisis económica y social. A los que se añade ahora el declive moral, y el lamentable espectáculo de esta farándula “friki” cuando no corrupta que en estos días inunda los canales de la televisión nacional.
Hasta hace poco ha sido el deporte, y especialmente la selección nacional de fútbol, reciente campeona del mundial de Suráfrica, la gran tapadera y en cierta manera la pantalla con la que se ha ocultado el desgobierno nacional. Pero ahora comienza el espectáculo de la corrupción marbellí y de los famosos de baja estopa inundando los canales de televisión y ejerciendo de cortina de humo del que debería ser el verdadero y necesario debate nacional.