Ha escrito Raul Del Pozo que las próximas elecciones la abstención puede ser ‘un gran partido’ si los resultados confirman una espantada de votantes, lo que puede ser cierto y lo que al día de hoy por lo menos es una razonable tentación.
Muchos ciudadanos están hartos de la clase política de su mediocridad -y no solo en el seno del Gobierno, como dice Feijóo-, de sus agresivos y a la vez banales discursos en un Parlamento sin ‘tribunos’ y ni siquiera sin unos medianos oradores (¡díganse al menos los nombres de tres parlamentarios de empaque en el actual Congreso de los Diputados!, no hay ni uno).
Y no hace falta remontarse a Ortega, Azaña, Besteiro, Campoamor, Kent, de los Ríos, Cánovas, Castelar, Sagasta o a los líderes políticos de la Transición para constatar que hoy las Cortes Españolas, Congreso y Senado, son un ‘páramo’ donde resuenan palabras sin discurso político y hasta sin corazón. Y busquen en este pajar, como si de una aguja se tratara, a un ¡estadista! porque no lo encontrarán.
Y, claro, a falta de razones y de proyectos de Estado y del interés general al final priman la vacuidad, los lugares comunes y la mutua descalificación. Lo que añadido al fracaso de los llamados ‘nuevos partidos’ como UP y Cs que han fragmentado el Parlamento y las mayorías hace que los dos grandes partidos mayoritarios, PSOE y PP, estén condicionados por los partidos de corte extremo y populista de UP y Vox.
Y eso una vez que Cs ya está en vía de desaparición por autodestrucción, lo que coloca respectivamente a Sánchez, agresivo y habitual mentiroso, y a Feijóo un diletante funcionarial, en situación de franca dependencia de esos dos otros ‘artistas’ de la bronca extrema que son Iglesias y Abascal.
De lo que se deduce que las elecciones que se acercan se están planteando en clave de votar contra el Sánchez extremo y populista (cuyo currículum es de asustar) o contra el Feijóo que vendría de la mano de la extrema derecha (como dicen desde la izquierda) y que no se atreve a presentar una moción de censura contra Sánchez en el Congreso de los Diputados para ver de qué pasta está hecho y con qué proyecto político pretende ganar las elecciones el hoy líder de la Oposición.
Y eso de votar contra uno porque no te gusta ninguno de los dos es un mal consuelo y en conciencia una ‘traición’. De ahí la tentación imperante en las clases medias y moderadas de la abstención. Y la posibilidad de que ese partido fantasmal, que puede dañar a los dos bloques por igual, empiece a sumar adeptos en distintos ámbitos de la población. Salvo que en próximos meses y en las campañas electorales se produzca una movilización a uno y otro lado del arco parlamentario y crezca la participación.