El harakiri de Rubalcaba y Blanco

Visto lo que ocurre en nuestro país cualquiera diría o podría escribir como gran suceso nacional que “después de una suculenta cena  bien regada con tinto de Rioja y servida en uno de esos lujosos restaurantes que se han instalado en la altas torres del Paseo de la Castellana de Madrid, los importantes comensales de semejante festín entre los que se encontraban el presidente Zapatero y sus vicepresidentes y ministros De la Vega, Salgado, Cháves, Blanco, Rubalcaba, Corbacho, Chacón y Jiménez y Pajín salieron  a la terraza a tomar el fresco y tras cogerse fuertemente de las manos saltaron al vacío al grito unánime de ¡banzai!”

No se entiende, pero estamos asistiendo al suicidio colectivo de los gobernantes y dirigentes del PSOE al estilo de esas sectas enloquecidas americanas, como los Moon, Davidianos, El Templo Solar, etc., sin que nadie entienda las causas, ni los motivos de este trágico final que se está fraguando desde las más altas poltronas del poder como si todos ellos hubieran sucumbido al encantamiento de un demoníaco predicador que les promete la paz, el paraíso, la igualdad entre los pueblos del orbe y la Alianza de las Civilizaciones en el más allá. Todos al unísono y presididos por Zapatero han saltado al vacío empujados por los clamores de la huelga general, o huyendo temerosos de la pala matamoscas que blandía el sastrecillo valiente de Parla, un tal Tomás Gómez, al que ahora otros hartos de porros y marihuana contemplan como si fuera un glorioso capitán general de los tercios de Flandes.

Que el jefe iluminado de la secta es Zapatero eso no cabe la menor duda, pero llama la atención que un personaje tan avezado y presuntamente astuto y conspirador como el ministro Rubalcaba haya caído en las redes de semejante y enloquecida organización y se haya lanzado al vacío sin rechistar cuando lo normal en su caso hubiera sido que el ministro de Interior les hubiera dicho: “Id saltando vosotros, que yo tengo que atender una llamada urgente de la Guardia Civil”. Pues no, Rubalcaba también se ha estrellado sobre el cemento que cubre la antigua ciudad deportiva del Real Madrid -bonito final para un fanático “merengue” como él-, y da la impresión de que ha perdido su sueño y oportunidad de ser el sustituto de Zapatero.

Había dicho este Fouché de vía estrecha que el único mérito de Gómez fue decirle “no” a Zapatero, y resultó que semejante negativa fue la catapulta que presentó a Gómez como un valiente que se atrevía a decirle en la cara al líder supremo del PSOE la verdad y lo que piensan muchos dirigentes y militantes de su partido. El tiempo y las primarias le dieron a Gómez la razón y dejaron a los poderosos gobernantes de la Moncloa y a los dirigentes de Ferraz -salvo la Pajín que se escondió en la cajita del reloj- al borde de un ataque de nervios y prestos a saltar al vacío de su incierto futuro político.

Y quien dice de Rubalcaba, lo mismo puede decir de don Pepiño Blanco que ha vuelto a tropezar, por tercera vez, en la misma piedra de Madrid donde ya se estrelló cuando el golpe de mano de Tamayo y Sáez que les robó la Comunidad de Madrid, luego frente a Simancas, y finalmente contra Gómez.

Blanco fue, sin lugar a dudas, el alquimista que envenenó el vino de Zapatero contra Gómez al que previamente había convertido en su enemigo político personal porque el de Parla no estaba a sus órdenes y jugaba por libre, mientras él se daba el pico desde el ministerio de Fomento con la presidenta Aguirre, con el mismo entusiasmo que este ministro agasajaba a los grandes constructores del país que lo nominaron “estadista”, como si acabaran de descubrir un diamante en bruto de la política. Y el adulado se lo creyó y levitó por entre las alfombras de La Moncloa, se acercó al oído de Zapatero y señalando a Gómez con el dedo susurró: “José Luís, ¡cárgatelo!”.

Bueno, y ahí está Blanco, agarrado a la mano de Rubalcaba, su compañero de intrigas volando sobre el cielo de Madrid en pos del cemento donde dejaran su marca y rostro pegados al suelo. Ellos dos que decían repartirse la sucesión, uno a la presidencia y el otro a la secretaría general, o cara o cruz, a ver quien se quedaba la Moncloa, y ahora se temen lo peor porque Gómez controla la FSM y esta federación es crucial en todo el proceso de sucesión del líder. Y precisamente por ello y no por otra cosa ni para pelear contra Aguirre querían colocar a la pardilla y maleable Trinidad Jiménez al frente del PSOE de Madrid. Y ¿qué va a ocurrir? Pues no se sabe, pero tendría gracia, ironías del destino, que Gómez acabara siendo el sucesor de Zapatero. ¿Tanto? Desde luego ya tiene más experiencia política para liderar el PSOE que la que tuvo Zapatero cuando llegó a la secretaría general. Y además tiene los pies en el suelo, y no se dedica a volar como otros, sin paracaídas e imitando a Peter Pan.