Quien nos lo iba a decir, pero fue Fernando González Urbaneja, el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, quien tras la derrota de España frente a Suiza le puso las pilas a Iker Casillas al avisar sobre el despiste y el espectáculo en la prensa del corazón que producía la presencia de la reportera de Telecinco y novia de Casillas, Sara Carbonero, tras la portería del cancerbero español. La crítica, guste o no, era fundada porque conocidas son las artes de la Televisión de Berlusconi para trivializar o pudrir casi todo lo que toca. Y en todo caso la crítica es legítima y le sirvió a Casillas como un estímulo que rectificó su débil inicio en el mundial- se le resbalaba el balón entre las manos-, para que apareciera el mejor Iker, que llevaba tiempo en el punto de mira de la crítica deportiva –muchos de los cuales reclamaban a Valdés en la portería- por su irregular campaña en el Real Madrid.
Pero Casillas reaccionó y se convirtió en uno de los artífices destacados de la victoria de España y cerró, como esperaba Telecinco, la polémica de la novia con un beso en los morros de Sara Carbonero en vivo y en directo y en el momento de gran audiencia, como si se tratara de una venganza a los críticos del numerito amoroso deportivo que, desde luego era innecesario, una vez que la joven Carbonero tampoco parece tener en su haber unas obras completas del periodismo deportivo español e internacional. Menos incluso –y ya es decir- que el que tenía Letizia Ortiz cuando le fabricaron un currículum para presentarla como novia del Príncipe Felipe en Palacio real. Porque las preguntas de la reportera a los campeones del mundo en la noche de marras no fueron ni mucho menos atrevidas, interesantes o técnicas, sino por lo general de este porte: “¿a quién le dedicas la victoria?”. Y claro cuando le toco el turno a Casillas pues el portero le dijo lo que se esperaba y parecía perfectamente planificado: pues a ti mi amor. Y le zampó un beso en los morros, y a Paolo Vasile se le caía la baba con semejante provocación.
Tiene razón Urbaneja, no se pueden mezclar Churras con Merinas, cada mochuelo a su olivo y cada uno en su casa y Dios en la de todos, y luego que se vayan de vacaciones al fin del mundo, o de viaje de bodas o lo que quieran. Pero el numerito de los reportajes a pie de portería, y las entrevistas cursis y de salón, no tenían un pase, dígase lo que se diga por parte de los cretinos de lo políticamente correcto.
Además un beso como ese, que estaba calculado y posiblemente planificado por los de Telecinco fue un mal beso, más bien un empujón de morro contra morro. Porque una vez decididos y puestos a dar el espectáculo tenían que haber hecho las cosas con un poco más de “glamour” y de pasión. Como Clark Gable en “Lo que el viento se llevó” o en “Mogambo”, o como Adrian Brody y Hally Berry en la entrega de los Oscar de 2008, o Bogart con Bergman en la despedida de Casa Blanca, y otros muchos más.
Pero no, llegó Casillas nervioso porque no se acordaba del guión y le dio un empujón en los labios a Carbonero y colorín colorado el montaje televisivo se ha acabado. Y ahí los tenéis –a ver si ella acaba en Hollywood cuando aprenda a besar- batiendo los dos el record de visitas en You Toube. Y todo gracias a Urbaneja y también a los tabloides de Gran Bretaña que fueron los que dieron el cante y el aviso a la prensa mundial, lo que por otra parte era lógico y natural. Estábamos en un mundial de futbol y ni más ni menos que con el capitán de la selección española, la gran favorita a la victoria como luego se confirmó. Y además teníamos tras la portería de España a una bella reportera que era novia de Casillas y la cosa acabó como tenía que terminar: el lobo se comió a caperucita pero a besos, y delante de las cámaras de la televisión mundial.