Las ocho montañas

Fotograma de Las ocho montañas

LAS OCHO MONTAÑASFotograma de Las ocho montañas

Por fin se estrena en cines en España, el próximo viernes 19 de mayo, la película “Las ocho montañas”.

Tuve el privilegio de verla, de emocionarme con su fotografía y su relato, hace unos meses, durante la 67 edición de la SEMINCI, donde tuve también el honor de ser jurado de la Espiga Verde; y estaba deseando que la estrenaran porque son muchas las personas, también mis hijos, a quienes hablé de esta película para que fueran a verla en cuanto la estrenaran; lo cual se ha hecho muy largo pero, al fin, aquí la tenemos, ya en cines, para quienquiera pasar un rato fuera del mundo, porque ya es otro mundo del que nos habla, el mundo de las montañas.

Coincide su estreno con mi campaña para las municipales, huerta a huerta, casa a casa, por los montes de mi municipio, que es Oza-Cesuras, antes llamado Oza de los Ríos, lo cual era un nombre muy hermoso, y, por otro lado, Cesuras, que parece ser es un topónimo relacionado con las fendas o hendiduras de las maderas.

Todo es madera en lo que fuera Cesuras.

Personas que con cuatro tablas te hacen un banco, o unas sillas o una mesa.

Se ve la madera apilada, al pie de un árbol, y luego arrimerada en el alpendre, componiendo una rima hecha de leños, en vez de versos, que casi parecen resucitar al árbol, o al menos que su vida haya valido la pena, por la belleza de esta escena de la madera cortada y colocada con tanto cuidado como el poeta pone en cada verso.

La importancia de la leña para la supervivencia en la montaña se ve en Cesuras, igual que en la película “Las ocho montañas”, en versión original llamada “Le ottomontagne” dirigida por Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, quienes hicieron también la adaptación del guion de la novela de Paolo Cognetti, cuya lectura, como la visión de la película en la gran pantalla, recomiendo que no se pierdan porque saldrán conmovidos por la historia, hecha a partes iguales de dolor y de belleza.

Puede que belleza y dolor sean una misma cosa.

La relación entre ellos es muy intensa.

También la de la madera y las personas.

Por Cesuras, vamos, persona a persona, dejando nuestro programa, que la campaña por las aldeas no tiene nada que ver a lo que vemos por televisión, los líderes levantando los brazos a las masas, que les aplauden enfebrecidas, digan lo que digan, aunque lo que les estén diciendo no tenga la más mínima relación con sus problemas y su municipio.

Aquí la campaña es huerta a huerta, casa a casa, monte a monte, alpendre a alpendre, leira a leira, persona a persona.

En ocasiones, no hay más que una persona, y el monte, al fondo.

Su soledad, que no es infeliz, te cala el alma mientras habla con palabras que vienen de la propia Naturaleza y de la sencilla verdad de las cosas.

Salen estas palabras de la voz de un hombre que ha pensado, y mucho, en solitario, que es como se piensan las cosas más profundas de todas.

Y cada frase, cada sentencia, dan ganas de apuntarla.

También su silencio.

Hay un algo, que quisieras guardar de toda esa suerte de milagro al que asistes, entre tanta belleza y tanto dolor por el presentimiento de la desaparición de todo lo que estás contemplando y oyendo: el agua de una fuente, la voz de un hombre sabio, el canto de un carbonero, el murmullo de una rama, la belleza del valle al fondo.

Se trata de una felicidad humana tan rara de encontrar como la de los musgos luminosos en la oscuridad de una cueva.

Este hombre, enjuto, moreno, con su gorra de piel con orejeras forrada de borrego, con su mano recia, con sus ojos aún de niño en la mirada, te mira de frente, a un corazón que anda por alguna parte parado en nosotros, y lo echa a funcionar, a latir con la vida de esta persona que hasta unos minutos antes no conocías, y de la cual sabes que su casa y su paisaje y su vida y su silencio y sus pájaros serán engullidos muy pronto por las autorizaciones de la Xunta de Galicia para quitarle el sol de cada mañana con un aerogenerador de doscientos metros de altura.

Protegemos los hábitats de los animales y de las plantas.

¿Nadie va a proteger el hábitat de estas personas, los últimos moradores de nuestros montes y montañas?

La avaricia, es apresurada.

Ni siquiera es capaz de esperar a que desaparezcan estas personas de la faz de la tierra, no vaya a ser que caduque la conexión a la red eléctrica, o a los fondos NextGeneration europeos, que a lo mejor también son un mismo enchufe.

La avaricia, ha subido a las montañas.

Unas montañas que no había pisado la codicia hasta ahora, para expoliar los recursos naturales de los habitantes de esas mismas montañas, a los que, sin preguntarles, de la noche a la mañana, se les quiere echar de la Naturaleza que habitan.

No se irán.

Ni uno de ellos.

Se levantarán a partir la leña como cada mañana.

La colocarán en el alpendre, entre los aerosonidos enloquecedores de las aspas.

Para, de vez en cuando, levantar la mirada, y morirse de dolor por la pérdida de la belleza.

Sobre el autor de esta publicación

Mónica Fernández-Aceytuno

Nace el 4 de mayo de 1961 en Villa Cisneros (Sáhara Español).

Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid se dedica desde 1991 a la divulgación de la Naturaleza en la prensa por lo que obtiene en el año 2003 el Premio Nacional de Medio Ambiente “Félix Rodríguez de la Fuente de Conservación de la Naturaleza” por su labor de difusión, y en el año 2007 el Premio Literario Jaime de Foxá.

El dos de octubre de 2008, se le entrega la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Montes al Mérito Profesional por su actividad en la prensa y en Internet.

Es columnista de ABC desde 1997, y colabora asiduamente en el suplemento NATURAL de ABC.

En 2007 funda el portal de la Naturaleza www.aceytuno.com, del cual es editora.