Las encuestas dicen que la mayoría está en un ladrillo

Las encuestas dicen que la mayoría está en un ladrillo

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Todas las encuestas (excepto el CIS que pertenece a otra categoría) coinciden en que los resultados electorales penden de un hilo, de unos pocos puntos o de las diferencias entre unos y otros que suman o restan primas de escaños tanto en ayuntamientos, como en las doce autonomías que vencen en mayo o el Parlamento (Congreso y Senado) que debe renovarse antes de fin de año. Las diferencias entre los dos bloques que ahora definen las mayorías son decimales, lo cual teniendo en cuenta que un buen porcentaje de votantes se deciden a última hora y que las respuestas de los ciudadanos cuando no están convocados a votar son relativas, deja el panorama en suspense.

Un suspense que acentúa el nerviosismo de todos los pretendientes que contratan asesores que ofrecen fórmulas más o menos mágicas, recetas estratégicas más o menos ocurrentes y mensajes fuerza tan llamativos como peligrosos para conseguir el resultado previsto. No merece la pena perder mucho tiempo con las encuestas, pero es inevitable estudiarlas ya que proporcionan referencias, jalones que fijan el camino y evitan (o no) extravíos.

Un objetivo fundamental, especialmente de los partidos que no están en la centralidad (ni socialistas ni populares) es fijar sus parroquias, no importa lo que piensen los ciudadanos que no les van a votar en ningún caso. Lo importante para VOX o Podemos y sus coaligados, es mantener la base electoral de 2019, no perder por abstenciones o fuga hacia otras siglas. Esos son los epígrafes que escudriñan en los microdatos de las encuestas. Esa necesidad de fijar las parroquias explica las posiciones actuales de VOX y su moción de censura y de Podemos marcando distancias con los socialistas calificados de tibios.

Los dos partidos centrales, los que pueden encabezar el próximo gobierno, además de retener sus votantes leales, necesitan recuperar una parte de los que les dieron la espalda entre 2015 y 2019. Necesitan superar el suelo del 2019, en el caso socialista alcanzar el 30% que hoy parece lejos y en el caso popular otro tanto, es decir añadir todo el voto de Ciudadanos (7,5%) a su escuálido 21% del 19.

La estrategia de Feijóo es cautelosa, deja que madure el adversario por agotamiento; trata de aprovechar sus errores sin asumir riesgos, sin apenas propuestas. Puede quedarse corto ya que necesita sacar una diferencia de, al menos, cinco puntos al siguiente para alcanzar la mayoría. Los socialistas, es decir Sánchez, van a por todas disponen del Presupuesto, del BOE y de no pocos altavoces que secundan sus argumentarios. Saben que tienen mucho que perder y van a defender su cuota de poder con uñas y dientes.

Las mayorías en los ayuntamientos importantes, en varias autonomías, y sobre todo en el gobierno español están en el alero, pueden caer para un lado u otro en función de quien sume más equivocaciones (los aciertos son improbables). Las encuestas hoy sirven poco pero hay que mirarlas.

Sobre el autor de esta publicación

Fernando González Urbaneja

Nacido en Burgos en 1950, licenciado en Ciencias Políticas y titulado en Periodismo.

Desde 1999 hasta el año 2006 profesor asociado del departamento de Historia Económica en la Universidad Carlos III.

En la actualidad es colaborador habitual de los diarios ABC y otras publicaciones. Desde noviembre de 2003 a diciembre de 2011 preside la Asociación de la Prensa de Madrid y desde abril del 2004 hasta septiembre de 2008 Presidente de la Federación de Periodistas de España (FAPE).

Autor de los libros “Rumasa” (Planeta, 1983); “Banca y poder, la pasión por ser banquero” (Espasa Calpe, 1993); “Ética en la empresa informativa” en “Ética y empresa, visión multidisciplinar”, (Fundación Argentaria-Visor, 1997).

El Gobierno le designó en mayo de 2004 como miembro del comité de expertos para la reforma de los medios de comunicación de titularidad del Estado.

Actualmente es Decano del Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual Facultad de Ciencias de la Comunicación Universidad Antonio de Nebrija.