Con la vida tan tranquila que yo llevaba.
Lo más que hacía, era lo que estoy haciendo ahora mismo, escuchar el estridular de los grillos mientras escribo.
Me encanta.
Escribir de la Naturaleza consiste precisamente en eso.
En no hacer nada.
En que sea la propia Naturaleza la que escriba.
A mí me gustaba ese papel, tan blanco.
Me gustaba estar aquí, hacer de antena para los grillos, y escribirlo.
Escribir que los grillos también cantan de día.
Escribir que cuando aran los campos para plantar las patatas, se desorganizan sus galerías, y grillan más fuerte, cada uno con su canto.
Y que, según la temperatura, emiten más chirridos por segundo, si aumenta.
Eso me encantaba.
Escuchar, observar, pensar sin pensar, y escribirlo, a la manera en la que Robert Walser deambulaba mientras escribía con el pensamiento.
Pero eso se ha acabado, por las elecciones.
No tanto por las elecciones municipales, que también.
Sino por las elecciones que he ido tomando hasta llegar hasta aquí.
¿Por qué te presentas?
Me preguntan.
Me daría para una novela contestarles.
Como aquella vez que fui a declarar al cuartelillo de la guardia civil por una pelea de perros y escribí cuatro folios hablando de la madreselva entre la que se habían enzarzado.
Fue bonito.
Escuchar teclear mis palabras a cámara lenta.
Por el sonido, como por el de los grillos ahora, sabía qué letra estaba la autoridad escribiendo.
Siempre me gustaron las máquinas LEXICON 80 de Hispano Olivetti.
Me examiné con una de ellas para una oposición al ayuntamiento de Madrid.
No aprobé.
Pero no aprobé no por la máquina, que echaba humo mientras escribía a tal velocidad que las palabras volaban, y hasta la hoja que copiaba, la tenía que tener pegada con celo a la mesa, porque, con el traqueteo, el segundo de agacharme a recogerla, me haría perder pulsaciones por minuto.
Y sí, he de decir que aprobé la mecanografía y la taquigrafía, que aprendí en una academia de la Gran Vía mientras estudiaba Ciencias Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid, con tan malas expectativas para encontrar trabajo como bióloga que una compañera me convenció para presentarme a las oposiciones a funcionaria municipal.
Quince mil personas.
No se me olvida.
Se presentaron quince mil personas.
Nos examinamos en el Palacio de Exposiciones, o algo así recuerdo que se llamaba una suerte de hangar al que accedí con guantes de lana para que las manos no se me enfriaran, y con la LEXICON 80 en un carrito de la compra, para que los brazos no entraran cansados.
Aprobamos quinientas personas.
No sé.
Puede que esto ya lo haya contado.
Me gusta recordar que aprobé máquina y taquigrafía.
Que el dinero que invirtieron mis padres en la Academia Ripollés, sirvió para algo.
Todavía hoy, escribo con todos los dedos, a toda velocidad.
Y sin mirar el teclado.
La taquigrafía, la he olvidado por completo.
Pero, entonces, si aprobé, ¿por qué no soy hoy funcionaria municipal?
Porque suspendí en lo que mejor sabía hacer, o al menos en lo que me dijeron mis profesoras que destacaba: en la escritura.
Suspendí la prueba final, que era una redacción.
Luego se supo que algo raro había pasado con aquellas oposiciones cuyas pruebas creo recordar que terminaron repitiendo, pero yo ya estaba en otra cosa, en otro camino que había elegido.
Siempre es así.
Bifurcaciones, decisiones, opciones en las que hay que elegir.
La vida es la suma de todas ellas.
Por eso no vale con contestar por qué me presento a las elecciones municipales en Oza-Cesuras, en Galicia.
Tendría que empezar contando que primero suspendí las oposiciones al ayuntamiento de Madrid, porque si las hubiera aprobado, no estaría hoy aquí, escribiendo mientras cantan los grillos.
Y luego todo lo demás que, desde entonces, me ha sucedido.
Puede que, la que tuviera más gracia es que, años después, el que fuera alcalde de Madrid, presentara un libro mío justo al lado de donde me habían suspendido en redacción, para ensalzar, Ruiz Gallardón, lo bien que escribía yo.
La vida da vueltas.
Y mil sorpresas.
Ojalá gane las elecciones en Oza-Cesuras, y salga como concejala de Medio Ambiente, y pueda solicitar desde el Concello los informes que Aguas de Galicia no ha presentado para los Estudios de Impacto Ambiental sobre nuestro territorio que pretenden eolizar sin compasión ni por las personas ni por nuestro Patrimonio Cultural y Natural.
Para defender el Monte do Gato y Seselle y Legre y Caíño y Brancellao, me ampararé en la Constitución Española, cuyo Artículo 140 dice: “La Constitución garantiza la autonomía de los municipios. Éstos gozarán de personalidad jurídica plena”.
La ilusión que me hacen estas elecciones municipales, nadie puede imaginarlo.
Que, por un birlibirloque del destino, pudieran cambiar las tornas en último momento, no sólo sería de justicia ecológica, sino de justicia poética.
O de las dos juntas.
Y entonces, lo comprendería todo.
Que las elecciones que hacemos en la vida, al final se suman, para llegar adonde no imaginábamos.