La falta de una delimitación mutuamente aceptada de las aguas españolas o gibraltareñas (es decir, británicas) está en la raíz del último incidente en la costa levantina del Peñón. Una embarcación de nuestro Servicio de Vigilancia Aduanera que, de madrugada, persiguiendo a unos presuntos contrabandistas de tabaco y probablemente por una avería en su motor, acabó en una de las pequeñas playas levantinas de esa colonia. Los agentes españoles fueron apedreados y tuvieron que disparar al aire. Dos de ellos resultaron heridos.
La declaración conjunta del Gobernador y del Ministro Principal de Gibraltar denuncia una violación de la soberanía británica y califica el incidente como el más grave y peligroso desde hace muchos años. Para España se trataría de una “operación en el marco de la lucha contra el contrabando en territorio y aguas españolas cercanas al Peñón”. El problema está en que esas aguas, las de la llamada Playa de Levante, no se incluyen en el Tratado de Utrecht, circunscrito a la ciudad, el puerto de Gibraltar y sus aguas, todo ello en la costa de poniente, frente a Algeciras, en la bahía que lleva este nombre.
Poco importaban entonces la vertiente oriental del promontorio que sirve de espinazo a la actual colonia británica y, menos aún, sus aguas limítrofes. Allí la pared del risco es casi vertical, por lo que no había ningún núcleo de población. Sólo durante los últimos años se han levantado en la zona, ganando terreno al mar, los consabidos complejos turísticos. Lo malo es que, al ejecutar el Tratado, España aceptó que la cesión abarcara bastante más de lo convenido. No se trazó una frontera desde el norte al sur del Peñón sino una línea de este a oeste dejando también bajo soberanía británica la vertiente orientada hacia el Mediterráneo.
Aunque la situación fáctica en tierra firme puede darse por consolidada, no ocurre lo mismo con las aguas, sean de la bahía de Algeciras, sean en las mediterráneas ¿Debería intervenir un juez español, el de La Línea o San Roque, para levantar el cadáver de quien se bañaba a escasos metros de la orilla gibraltareña?. El Reino Unido propuso en tiempos de Franco llevar a un tribunal o a una mediación internacional todos los problemas relativos a las aguas que rodean al Peñón. La propuesta fue rechazada con el argumento de que únicamente nos interesaba la descolonización.
Quizá conviniera reflexionar sobre aquella posibilidad. En estos litigios lo normal es que la potencia más fuerte imponga su criterio en el día a día. Las autoridades británicas seguirán actuando unilateralmente en las aguas que consideran suyas conforme a su aplicación actualizada del Tratado de Utrecht. Y nosotros seguiremos enviando unas protestas que no servirán para nada.