Feijóo asumió el riesgo de fracasar en la investidura por razones que forman parte de su carácter. Pudo hacer como Rajoy que, con espíritu de registrador verificó que no sumaba lo suficiente. O como Arrimadas cuando no dio el paso en Cataluña. A ambos les llovieron críticas de todo tipo por renunciar. Feijóo asumió el encargo del Rey con la intención de arañar los cuatro votos necesarios paro ganar la presidencia, pero con escasas expectativas tras la votación para conformar la Mesa del Congreso que le dejó en minoría.
El plazo de cinco semanas para negociar esa mayoría ha sido tan largo como innecesario, responsabilidad tanto de Feijóo como de la presidenta del Congreso (es decir de Sánchez), aunque recomendable por el riesgo de fracaso con la consiguiente convocatoria de nuevas elecciones que, en ningún caso, podían coincidir con las fiestas navideñas.
El plazo forzado ha sido especialmente agónico para todos por el despliegue de tensiones y descalificaciones entre los partidos y sus dirigentes que alcanzan un nivel de ruido y decepción sin precedentes en la trayectoria de la democracia. Tensiones no tanto por las conversaciones de Feijóo con (im)posibles socios como por exigencias de los independentistas catalanes al candidato socialista que en estos momentos constituyen el núcleo central del debate político nacional.
Feijóo va a ejercer esta semana como candidato a presidente del gobierno ejerciendo de líder de la oposición. Todo apunta a que fracasará en su intento y abrirá la puerta a que Sánchez extienda su con trato de inquilino de la Moncloa. Lo que en cualquier caso vamos a conocer estos días es una confrontación entre ambos candidatos (Sánchez y Feijóo) en condiciones menos asimétricas que las mantenidas hasta ahora en el Senado. Feijóo dispondrá de tiempo ilimitado frente a todos los demás grupos.
Vamos a ver a Feijóo contra todos, ya que incluso su aliado principal para la investidura (VOX-Abascal), no le regateará críticas. Contra todos Feijóo tendrá que acreditar su capacidad de resistir y confrontar, unas artes para las que carece de experiencia. En Galicia siempre disfrutó de mayorías absolutas y sus primeros pasos en Madrid como líder del PP han sido amagos de liderazgo de la oposición.
Ni Sánchez ni Feijóo son parlamentarios de alto nivel; el primero va amarrado a los papeles que le preparan sus asesores y nunca ha acreditado condiciones ni en la forma ni en los contenidos. De Feijóo sabemos poco, su experiencia parlamentaria es escasa, de manera que estos días va a pasar por un duro y doble examen, el de candidato a presidente del gobierno y el de candidato a jefe de la oposición. Un doble suspenso abriría otra fase de sucesión en el PP.