La guerra de Ucrania no termina

El presidente de Rusia, Vladimir Putin.

EUROPA PRESSEl presidente de Rusia, Vladimir Putin.

El Washington Post, normalmente bien informado, trae en portada un largo artículo que asegura que Putin estuvo vacilante, prácticamente paralizado, durante la larga jornada del 24 de junio cuando los amotinados mercenarios de la Wagner iniciaron su marcha hacia Moscú deteniéndose por fin a unos 120 kilómetros de la capital.

La información en países autoritarios no es fácil de comprobar. Un prueba es lo ocurrido en Pekín estos días en que el ministro de Exteriores ha sido cesado después de estar desaparecido un mes.

El desfallecimiento de Putin, que recuerda un poco la actitud derrotista de Stalin en los primeros días de la invasión nazi, fue debido, según el periódico estadounidense, a las dudas que el presidente ruso tenía sobre la fidelidad de varias figuras militares.

Putin parece ahora, sin embargo, querer demostrar que no ha perdido en absoluto el control de la situación y aprueba medidas que apuntan a que la guerra se va a prolongar. Acaba de aumentar al edad de posible reclutamiento, produciendo escalofríos en las familias que tienen hijos cercanos a la treintena, y redobla fuertemente los bombardeos al tiempo que cancela el acuerdo que la ONU había conseguido para exportar cereal ucraniano dirigido con frecuencia al tercer mundo desde el Mar Negro. Las bombas rusas han caído profusamente sobre monumentos históricos ucranianos, entre otros la catedral de Odessa y sobre silos portuarios de cereal. Moscú considera legítimo estos ataques, condenados por la Unesco, mientras califica de actos terroristas los drones con los que Ucrania intenta alcanzar el ministerio de defensa ruso.

En la guerra el cinismo propagadístico crece y la maquinaria de Putin es maestra en ello. El Embajador ruso en Kenia prodiga artículos en el país en el que afirma que son Estados Unidos y la Unión Europea los que utilizan los cereales como arma alimenticia en la guerra. Los argumentos rusos siguen encontrando eco en el Sur global. Hace días en la cumbre de la Unión Europea con el grupo iberoamericano hubo problemas para censurar el ataque ruso a Ucrania y dirigentes de prestigio como Lula, al que le encanta ser mediador, han hecho declaraciones ruidosas equidistantes en la responsabilidad del agresor y el agredido. Como he sugerido para nuestras ministras podemitas, a Lula habría que preguntarle sin acritud: “¿Si una parte del territorio brasileño fuese ocupado por una potencia extranjera después de arrasar su país se abstendría usted de pedir ayuda para repeler la agresión y, en cambio, se sentaría a negociar con el invasor para ver si consigo que me devuelva un fragmento de lo que ha robado a sangre y fuego?”.

Dado que Rusia no está dispuesta a devolver lo ocupado la guerra lamentablemente continuará.

Sobre el autor de esta publicación

Inocencio Arias

Andaluz, es un veterano diplomático con más de cuarenta años en la profesión y que ha ocupado cargos importantes en el Ministerio de Exteriores con los tres gobiernos anteriores de la democracia.

Ha sido, curiosamente, Portavoz Oficial del Ministerio con la UCD, el PSOE y el PP amén de Secretario de Estado de Cooperación (segundo cargo del Ministerio) con el PSOE de F. Gonzalez y Embajador en la Onu con el PP de Aznar, etc.

Fue durante dos años Director General del Real Madrid. Ha sido profesor en la Complutense y en la Carlos III.

Ha colaborado profusamente en varias publicaciones, radio… y publicado tres libros: “Tres mitos del Real Madrid”( Plaza y Janés), ”Confesiones de un diplomático”(Planeta) y recientemente con Eva Celada “La trastienda de la diplomacia” (Plaza Janés) que ha agotado en poco tiempo tres ediciones.

Es seguidor del Real Madrid y forofo de Chejov, Mozart y Di Stéfano.