Nos hemos pasado años hablando de la buena voluntad de los árbitros con el Real Madrid, pero nunca se ha llegado a comprobar un caso de corrupción evidente. Al Madrid se le han adjudicado casos de promoción profesional de algún árbitro que otro en Badajoz o Sevilla y siempre que se le han adjudicado casos tenidos como flagrantes nunca se ha podido comprobar que mediase favor económico o similar. Durante años se contó con que José Plaza, presidente de los árbitros y quien designaba a los colegiados cada semana, colocaba “palomas o halcones”, en definiciones de mi admirado y llorado amigo y compañero Alfonso Azuara, según convenía al poder. Hubo que designar un trío como comité designador para acallar las protestas de algunos clubes, que veían en el Madrid, campeón, prepotencia arbitral. Ciertamente, Plaza, Antonio Martínez Lafuente, abogado del Estado y presidente del Comité de Competición, Fernando Vara del Rey, jurista federativo, fueron los responsables de las designaciones cuatro años en que ganó dos ligas la Real Sociedad y dos más, cuatro consecutivas, el Athletic Club de Bilbao.
Durante años ha habido sospechas y en el ambiente se creó un hábito a favor del Real Madrid, pero nunca se produjo una chapuza de la que ha protagonizado el Barcelona. Han sido varios presidentes los involucrados en el esperpéntico espectáculo, que ha sido destapado, y en el que todo título conseguido por el mejor Barça de muchos tiempos ha quedado en entredicho. Lo malo del asunto no es que se haya destapado un asunto turbio sino que, encima, ha habido un gesto inútil porque quien recibía los dineros no tenía autoridad suficiente para involucrar a los árbitros, salvo que se eche encima de ellos la creencia de que se vendieron. Ahora, que intervendrá la Fiscalía y saldrán a relucir detalles tan detestables como los que se han conocido, y se conocerán, nos veremos con asunto tan feo como estar por encima de los estamentos deportivos. Los jueces no se atendrán a colores futbolísticos.
Independientemente de lo que se dicte en las presumibles sentencias judiciales, la mancha deportiva que ha caído sobre el club no habrá modo de lavarla durante años. Es más, si este año gana la Liga lo hará con el estigma de tiempos pasados. Trapacerías como las que han desvelado los medios en el caso Enríquez Negreira, no habían sido destapadas públicamente nunca. Al menos había más inteligencia y más discreción. Menos mierda.
Posdata. El árbitro Jaime Latre ha estado al mando del VAR en tres partidos. En todos ha habido errores injustificables. Latre no ha sido el buen conductor del Instrumento en el que tanto habíamos confiado.