Los trágicas consecuencias del espantoso terremoto de Marruecos aumentarán el éxodo de sus ciudadanos. La tentación de familias humildes que han perdido su vivienda será intentar dar el salto a Europa y, en concreto, a España. El flujo marroquí hacia nuestro país ha descendido con la venta del Sahara que Sánchez hizo sorprendentemente al rey marroquí. Marruecos lo pagó muy barato, la salida de pateras, algo que Rabat debía hacer sin cobrar nada, disminuyó pero no espectacularmente. Dos días antes del sismo llegaron a nuestras costas ilegalmente más de 120 personas procedentes de Marruecos. Ahora se multiplicarán.
En España el problema de la emigración aún no ocupa el centro del debate político. No falta quien sostiene que la postura reglamentista de Vox en esta cuestión le da votos, puede ser, aunque muchos pensamos que la pasividad y cambalaches del gobierno socialista con los excesos de los separatistas excitan mucho mas a los votantes de Vox.
En otros países la emigración, la avalancha de emigrantes o refugiados, tiene más peso en el acontecer político. El temor a la invasión foránea fue decisivo para que el Brexit triunfara en Gran Bretaña y cambiara la historia de Europa. La política polaca y en mayor medida la húngara están marcadas por consideraciones sobre la emigración y en Estados Unidos lleva camino de convertirse en el tema central de las elecciones del próximo año pudiendo ayudar al triunfo sorprendente pero no descartable de Trump.
Las cifras de llegada de ilegales a Estados Unidos, más de dos millones el pasado año, apabullan y asustan. Sectores del partido demócrata, que hasta hace poco eran permisivos en la acogida, han endurecido su postura. Nueva York sería el mejor ejemplo. Era una ciudad refugio para los que se habían colado por Tejas o California. Ahora el alcalde demócrata se queja amargamente de la política permisiva de Biden y de la pasividad de la Administración. La ciudad de los rascacielos ha recibido unos 117 mil emigrantes en un año, muchos de ellos empaquetados desde Tejas por la autoridades de ese estado, y el burgomaestre neoyorquino desbordado, habiendo habilitado hoteles céntricos, edificios públicos, repite en voz alta que esto va a acabar destruyendo a la urbe.
En Francia, la cuestión ha dividido a la mayoría gubernamental y, ante la irritación de los grupos de derecha por la conducta del gobierno, Macron ha soltado un globo sonda planteando la posibilidad de celebrar un referéndum sobre el asunto. Tema peliagudo porque la Constitución francesa sólo contempla el referéndum para temas excepcionales y específicos. Aunque Macron pudiera retorcer la leyes con ayuda de un par de Conde Pumpido la composición de las Cámaras, con dominio de la derecha en una de ellas, dificulta el proceso.
En otro país agitado, el hispánico Chile, con un polémico presidente, la emigración es la cuestión más destacada en las encuestas como preocupación. Podríamos seguir con Italia, Grecia e incluso Alemania donde un partido de derecha tiene un 23% de intención de voto. Su postura sobre la emigración le da réditos.
El asunto es polémico, influirá en muchas elecciones de forma decisiva, y un sector de la progresía occidental no acaba de aceptar que una cosa es acoger a refugiados políticos o perseguidos de cualquier laya y otra diferente asumir que una persona que llega ilegalmente a un país, principalmente por razones económicas, tiene un derecho inalienable a quedarse en él. Este segundo “derecho” no está ni en la Carta de la ONU ni en las Convenciones de Ginebra.