A los políticos hay que reclamarlos por la responsabilidad de lo que hacen, lo que dicen y también por las consecuencias. La opinión de los políticos tiene fácil acceso a los medios y, por ello, cabe exigirles contención, prudencia, sobre el efecto de sus comentarios. Siembra vientos y recogerás tempestades, es un viejo dicho que convendría que tuvieran presente quienes dejan que sus palabras vayan más deprisa que el pensamiento reflexivo.
La tensión provocada por la dilación y el secretismo de las negociaciones para el complejo pacto de investidura que implica hasta una docena de partidos, cada uno con su peso especifico y su sensación de oportunidad a no perder, dificulta el cierre de esas negociaciones y la voluntad de estirarlas hasta la fecha límite (17 de noviembre) que señala la disolución forzosa de las cámaras y la convocatoria de nuevas elecciones y la consiguiente vuelta a empezar.
La noticia de los últimos días ya no es la negociación para la investidura sino los conflictos urbanos en los alrededores de la sede social del PSOE (y en otros lugares como el Congreso) con disturbios callejeros que provocaron varias decenas de heridos entre policías y manifestantes. Sacar la gente a la calle no es complicado, lo difícil es devolver la normalidad ciudadana.
La existencia de grupos organizados y exaltados es de sobra conocida. Comparecen en cualquier oportunidad de confrontación bien sea un partido de futbol o una manifestación política partidista. Otorgarles una oportunidad para el ejercicio de la coacción es responsabilidad no solo de los protagonistas de la violencia, sino también de los que proporcionan la coartada para que eso ocurra.
La simpleza de que los enemigos de mis adversarios son amigos es el mejor camino para el desorden y el descontrol. La libertad de manifestación es un avance de los sistemas democráticas, pero la perversión de la manifestación en confrontación no supone el triunfo de la libertad, sino todo lo contrario. La policía ha mejorado sus procedimientos para controlar esos desórdenes públicos aun a costa de ser los mas perjudicados por los mismos. Prueba de ello es anoche de 39 heridos, treinta eran miembros de las fuerzas de seguridad.
La confrontación callejera sustituye la confrontación política degradando ésta. Y la degradación política se acentúa cuando en vez de dar marcha atrás y unirse en el rechazo de la violencia los partidos políticos deciden utilizar la confrontación violenta para acentuar la crítica al adversario. Es el camino hacia una pérdida de legitimidad de los protagonistas de la política a su incapacidad para el consenso pacífico unen el disparate de utilizar la violencia de terceros para descalificar la adversario. Siembran vientos y recogen tempestades.