Se puede condenar la invasión rusa de Ucrania, como yo lo hago expresa y repetidamente, y hacer algunas preguntas. No es la primera vez que algunas de ellas se traen a esta columna, pero siguen sin respuesta y a las viejas se han ido sumando nuevas interrogantes. La propaganda antirrusa es de tal calibre y tan monótona que acaba siendo contraproducente. Ni Putin parece ser un psicópata con cáncer terminal ni se materializan las intrigas palaciegas para derribarle y poner fin a la guerra que Moscú trata de ocultar bajo el eufemismo de operación especial. Se nos informa de las pérdidas del ejército ruso, pero no, curiosamente, de las sufridas por las tropas ucranianas. A cambio se nos da el número de muertos entre la población civil. Lamento mucho el impacto de la guerra en la retaguardia de Ucrania, pero me resisto a creer que ahí esté el principal objetivo de unos ataques rusos hasta el extremo de que empiece a escasear la munición. Y ahora nos enteramos de que del mismo mal adolecen las tropas ucranianas pese al esfuerzo de la gigantesca industria bélica de países como Estados Unidos, el Reino Unido o Alemania, por citar sólo tres ejemplos dentro de la OTAN.
Lo cierto y verdad es que la ciudad de Bajmut fue ocupada por las fuerzas rusas, y que los dos frentes abiertos en el este y sur de Ucrania siguen estando, metro más o menos, como estaban meses atrás, sin que hayamos sabido nada de la tan cacareada contraofensiva de primavera. Una fata morgana o un espejismo que no acaba de materializarse cuando el verano está ya muy avanzado. Zelenski pide constantemente más y mejor armamento para ganar pronto la guerra, pero la cuestión es si el rápido suministro de los últimos modelos de aviones y carros de combate serían suficientes para derrotar a Rusia o, al menos, reconquistar los territorios ocupados y anexionados unilateralmente por el invasor.
Tampoco las sanciones económicas parecen tener la eficacia deseada. ¿Cómo va el rublo en comparación con el dólar y el euro? Rusia continúa vendiendo su petróleo y su gas a medio mundo, incluidas China y la India, sin olvidar a España, que le compra hoy, paradójicamente y según dicen, el doble que antes del desencuentro con Argel, fruto a su vez de la nunca explicada carta de nuestro presidente del Gobierno al rey de Marruecos.
Me gustaría saber, como ciudadano español que soy, a cuánto ascienden en euros nuestras ayudas a Ucrania y, en definitiva, qué ha supuesto esta guerra para el encarecimiento de la vida en España. Me interesa conocer la cuantía de nuestras donaciones, así como, en su caso, la de material bélico que se nos alquila o compra. Sólo quiero datos para poder opinar por mi cuenta. Y recordar que Ceuta y Melilla no gozan de la protección de la OTAN.