Este tipo no es tan testarudo

A Rajoy le asistía la razón cuando dijo que a Rodríguez Zapatero le va muy bien viajar para enterarse de la realidad, Viajó a primeros de año, cuando fue a Davos y le sentaron con griegos y portugueses y viajó este fin de semana en Bruselas donde ha sentido el aliento en el cogote de esos “lobos del mercado”. Y con esos mimbres ha recompuesto el cesto de su confortable visión de la realidad. 

La rectificación que  expuso ayer en el Congreso es rotunda: de lo dicho nada o muy poco; de los objetivos providencialistas proclamados durante los tres últimos años, nada o muy poco; del optimismo antropológico o astrológico, nada de nada. Durante toda su intervención de ayer no se le cayó de la boca la palabra “esfuerzo”, el esfuerzo que estaba haciendo para rectificar y el esfuerzo que va a imponer a los demás, especialmente a los dependientes del Presupuesto. 

A su favor lleva que la mayor parte de los ciudadanos saben que pintan bastos y que donde no hay… no se puede esperar, ni pedir. Esa perversa ingenuidad con la que los diputados reclamaban que deben ser los primeros en ajustar sus salarios indica bastante bien un estado de ánimo. 

Los jefes de los sindicatos se han quedado un tanto desarbolados, después de pisar tanta moqueta y tanta cercanía al poder, ahora tienen que confrontarse con el riesgo de un menguado seguimiento ya que pocos van a sentir que la aristocracia sindical pueda encabezar las reivindicaciones. Además cuando se han acumulado otros dos millones y medio de parados, que a los ocupados/funcionarios con empleo garantizado les ajusten un 5 o un 10% parece de lo más razonable, un mal menor en un tiempo complicado. 

Si Zapatero se emborrachó con el esfuerzo, Rajoy se parapetó tras el “ya se lo había dicho”,  que sirve para criticar pero para poco más. Zapatero es un desastre en la percepción de los ciudadanos, pero Rajoy lo es en el mismo grado o peor. Desgraciadamente ese es el argumento de Zapatero: vamos mal, pero con ese otro iremos peor. 

Lo expresó claramente Durán Lleida que fue, una vez más, el orador más lúcido, aunque también es el que lo tiene más fácil. La cara de Zapatero, sus gestos, siempre elocuentes, eran las de un converso que carga un fardo pesado de equivocaciones reiteradas propias de un testarudo. La economía, como la política internacional le eran ajenas, extrañas, cuando llegó al poder. Va aprendiendo despacio, a coscorrones. Incluso parecía que no aprendía, que había cortado la curva de aprendizaje; pero este fin de semana en Bruselas (más que la conversación con Obama que es más irrelevante de lo que se pretende) ha sido como una ducha escocesa. Se enteró por fin que tenía que dar malas noticias, que tenía que coger tijera y no regadera, que no tenía dinero para repartir sino facturas para presentar al cobro a los ciudadanos. 

¿Será capaz de hacer y conseguir lo que se ha propuesto? ¿Se arrepentirá y volverá a las andadas a la primera luz verde que intuya? El tiempo lo dirá, de momento habrá que esperar al decreto ley prometido y al ritmo de los recortes y las reformas, de las que apenas ha hablado. Y esperar también la respuesta sindical y ciudadana. 

Respuesta tardía, pero respuesta al FOIN. Este tipo no era definitivamente testarudo, también tiene instinto político de supervivencia, lo tiene bastante acreditado. Por eso está donde está.

  fgu@apmadrid.es