En estos tiempos está de moda el chivo expiatorio y la goma de pegar. El primero carga con todas las culpas de lo que nos agobia o molesta. Un buen chivo es Zapatero, culpable de todos los males (lo cual entra en su menguada nómina) al igual que los lobos o bisontes de los mercados. Establecida esa tesis sobre los culpables, a dormir. Pero además del chivo se vende mucho la goma de pegar, para quienes están dispuestos a aguantar hasta que se hunda el barco, aferrados al puente y sin maniobras de salvamento.
¿Cuántos han cedido poder como responsables de la crisis? Porque la crisis tiene causas exógenas, externas, pero también internas, y a los responsables de esa parte no suele pasarles nada. El presidente despidió a Solbes porque no era suficientemente entusiasta de su optimismo infundado. Se fue Solbes y se quedaron los más acólitos. Si Zapatero hubiera hecho más caso a Solbes que a su propio instinto, mejor le hubiera ido al Gobierno y a todos los españoles. El ajuste habría que empezarlo ahora por el propio Zapatero, pero más vale no mentar la soga en el cuarto del ahorcado. Si Zapatero debe dejarlo es cuestión que resolverán los electores, que podía resolver él mismo y los coroneles de su partido. Elegirán la peor opción, la más lenta. De momento consume goma de pegar al sillón.
Y qué decir del presidente de Valencia que salta, para asombro de sus compañeros, de lo patético a lo bufo, con la pretensión de que todo es un montaje; antes no había nada, él se compraba sus trajes, y ahora no importa. El presidente valenciano dispone y usa toneladas de goma de pegar, para amarrarse al cargo sin percibir que le desborda la riada.
Otro tanto, aunque por otras razones, sirve para el presiente de la CEOE, que se amarra al mástil como si le fuera la vida, aunque puede irle la muerte civil en ese empeño. También sirve para sus pares sindicales que van de fracaso en fracaso y de frustración en frustración.
No es menor el caso de algunos gestores de cajas que después de conducirlas casi a la insolvencia insisten con la goma de pegar, aguantando el sillón y sus beneficios como quien cose. La resistencia de algunos gestores es tan grosera que solo se explica por la debilidad de quienes debían expulsarles con evangélico azotes.
Y siguen gentes que se han endeudado más allá de lo razonable y de lo prudente, que se han diversificado (o no) donde no debían, y que han llevado a sus negocios al fracaso. Ningún ERE o similar debería ser gestionado por los mismos que lo han provocado.
Compañías que imponen sacrificios en sus organizaciones pero que cierran la puerta al ajuste en las oficinas de arriba. Y organizaciones y organismo públicos mal gestionados clientelares, que aguantan y reparten porque nadie les pide cuentas.
Hay que parar la venta de goma de pegar, que hace resistentes a quienes conviene enseñar la puerta de salida, de grado o de fuerza, con amabilidad o a empujones.