El torrente de diagnóstico sobre la economía nacional y la mundial es abrumador; cada día se producen varios informes para llevar a titulares. Interesan sobre todo los que discurren por diagnósticos desesperados y llamativos, porque hay que lograr emociones fuertes en el auditorio. Entre organismos internacionales, servicios de estudio, calificadores, consultores… el número de informes se aproxima a ene que, quiere decir cerca de infinito, incontables. Y emitido el informe se trata de llegar a los medios para alcanzar reconocimiento.
El Banco Mundial figura entre los emisores de informes más atendidos, en realidad forma parte de su naturaleza emitir informes y cuenta con gentes bien pagadas para hacerlo. El último sobre Perspectivas de la economía mundial dice que mejoran las expectativas de crecimiento para el 2011, desde el 3,2% al 3,3% para el conjunto del mundo; y respecto al año en curso la mejora es de dos décimas al 2,9%. Son porcentajes de crecimiento inferiores a los de la década pasada, pero muy superiores a la medida de los últimos 30 años, últimos 50, último siglo o los dos siglos pasados.
Es un pronóstico para el conjunto del mundo que recoge crecimientos elevados en los países emergentes y mucho más modestos, cercanos a cero en economía maduras como la europea y la japonesa. Para el caso español el informe aporta algunos brochazos, reforzados por algún comentario en la habitual conferencia de prensa de presentación del Informe. El brochazo se ha ganado los titulares de cabecera: “la economía española está en estado grave”; y para ilustrar el diagnóstico el autor del Informe dice que el paro es muy elevado, el 20%. Pasa por alto que esa cota del 20% se produce en España desde hace treinta años en las fases en las que no hay crecimiento. La gravedad de la economía española habrá que fundarla en más referencias, incluso el propio autor matiza que es grave pero que se han adoptado las medidas precisas.
La rociada de desconfianza y recelo con la que se viene calificando el panorama económico español, la reiteración de que estamos ante la mayor crisis jamás conocida, necesita el cumplimiento de la profecía. En caso contrario incurriríamos en una mayor desconfianza. No eran fiables los analistas cuando calificaban basura con triple A o cuando anunciaban crecimientos sostenidos, pero sería el colmo que ahora que se ponen pesimistas tampoco acierten. De manera que asumamos la gravedad y pasemos al tratamiento urgente de la enfermedad. La abundancia de diagnósticos es inversa proporcional a la propuesta de estrategias consistentes para evitar el precipicio. “The Economist“, prensa seria entre la más seria, dice esta semana con ilustración de toro y picador, que el Madrid la mitad de la gente depende del estado, que hay medio millón de funcionarios. Pasa por alto que además hay 2,3 millones de ocupados en el sector privado que significa que el estado (maestros, médicos, enfermeras, policías…) emplea al 20% de los ocupados en Madrid, que es un porcentaje inferior a la media de la zona euro.
Convengamos que la situación es desesperada, pero también que los informes están sobrados de brochazo grueso y patadón y tente tieso.
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