Justicia Ecológica

Justicia Ecológica

Musgo luminoso (Schistostega pennata) Mónica Fernández-Aceytuno

Conviene escuchar a los que regresan del rincón de pensar.

Pensar, es importante.

Eso dijo Manuel Martín Ferrand: “Pensar, es importante.”

También recuerdo lo que contó el hijo de Julián Marías de su padre cuando se sentaba en su sillón de orejas con la mano en la cabeza y, al levantar la vista, se encontraba con sus hijos observándole: “No os creáis que no estoy haciendo nada” y añadía: “estoy pensando”.

Puede que como mejor se piense sea precisamente así: sin hacer nada.

También el gran ecólogo que fuera Ramón Margalef, tal vez uno de los mejores ecólogos de todos los tiempos, sostenía que era mejor observar el pasar de las aguas de un río que perderse entre complejas ecuaciones para resolver algún problema.

Pensar.

Y así estaba yo, pensando sin pensar, cuando me llegó por la voz de la televisión que no miraba, un concepto al que me he asido con todas mis fuerzas y que creo que ya no soltaré en lo que me resta de vida: “Justicia Ecológica”.

Había escuchado hablar del derecho ambiental, incluso de la equidad, que me encantó definir para el “Glosario de la Sostenibilidad” y que se convirtió en mi preferido porque provenía de Aristóteles (“Ética nicomáquea” o “Moral a Nicómaco”) y porque la equidad no era lo que yo en principio esperaba: equidad, es igual, ¿no?

Pues no.

La equidad no es la igualdad sino la justicia más allá de la justicia para que prevalezcan la prudencia, la templanza y el razonamiento al juzgar cada caso concreto y actual.

Pero esto de la Justicia Ecológica no lo había escuchado jamás, así que de, inmediato, me he puesto a buscar los libros que hablaran sobre el tema.

Casi todos, están firmados o editados o coordinados por una misma persona: Teresa Vicente Giménez (Lorca, 1962).

Uno de sus libros, claro, o al menos uno editado por ella, ya lo he pedido: “Justicia ecológica en la era del Antropoceno”.

Indagando un poco más he sabido que la señora Vicente Giménez no sólo es la Profesora Titular de Filosofía del Derecho y directora de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza de la Universidad de Murcia, sino que es la promotora, desde 2019, con un grupo de juristas, científicos y activistas, de la Iniciativa Legislativa Popular para dotar de personalidad jurídica al Mar Menor.

¡Qué maravilla está siendo comprobar que lo lograron!

Y así, se puede leer en la “Ley 19/2022, de 30 de septiembre, para el reconocimiento de personalidad jurídica a la laguna del Mar Menor y su cuenca” párrafos para subrayar no sólo quienes estamos inmersos en alguna lucha para la protección ambiental de un territorio, sino para cualquier persona preocupada por el futuro de los bienes comunes:

“otorgar derechos a la entidad natural del mar Menor, fortalece y amplía los derechos de las personas que viven en el área de la laguna, y que resultan amenazados por la degradación ecológica: los llamados derechos bioculturales”.

Derechos bioculturales, ¡qué hallazgo!

Una laguna con derechos bioculturales.

¿Por qué no también un monte?

¿No tienen derechos bioculturales los montes?

Pero sigamos leyendo la ley:

“El gran desafío que tiene el derecho ambiental es lograr la protección efectiva de la naturaleza y de las culturas y formas de vida humanas que están estrechamente asociadas a ella”.

Es una maravilla comprobar cómo esta ley que ha dotado de personalidad jurídica al mar Menor ha integrado la protección el Medio Ambiente con la protección de las Personas.

¡Es así!

Cuando se protege a la Naturaleza, se está protegiendo a las personas.

Las personas no son, no pueden ser, enemigas de su entorno y de la Naturaleza porque están integradas, inextricablemente, en el Medio Ambiente, al ser parte de esa Naturaleza cuya defensa supone su propia supervivencia.

Cuando, hace unos días, descubrí un musgo luminoso que no había visto en mi vida y que, por su escasez, han visto muy pocas personas, me di cuenta de la inmensa fragilidad de lo que estamos defendiendo.

Es un musgo que parece que tiene luz propia, lo cual lo convierte en algo muy hermoso.

En la oscuridad de la mina, se veía como un tesoro de brillantes esmeraldas, allí al fondo.

Sin embargo, aunque lo parezca, no tiene luz propia este musgo (Schistostega pennata, Hedw. F. Weber and D. Mohr) por eso se le llama luminoso y no luminiscente, porque la luz que irradia es la escasa luz natural del ambiente, amplificada por el efecto de lente de las vacuolas de sus células.

Una maravilla que deja boquiabierto observarla.

Y a la vez, con una gran preocupación, al estar esta colonia de esta especie de musgo extremadamente raro y vulnerable incluido en el “Atlas y Libro Rojo de los Briófitos Amenazados de España” (2012, Organismo Autónomo Parques Nacionales) justo en el área de afectación de las obras que por aquí ha declarado el órgano competente de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda de la Xunta de Galicia como ambientalmente viables.

Ambientalmente viables.

La preocupación por el Medio Ambiente, ya la vimos en el Parlamento de Galicia.

Volveremos.

No nos cansaremos de solicitar la iniciación del procedimiento para declarar Espacio Natural Protegido los Montes do Gato en la categoría de Parque Natural.

Hay otras figuras de protección, me dicen; que, por cierto, ya han sido también solicitadas.

Todas sin respuesta aún, habiendo sido presentadas por asociaciones, o por miles de personas, que día a día se van sumando a esta iniciativa que empieza a rondar ya las 50.000 firmas, entre firmas manuscritas de toda la comarca y firmas digitales de toda Galicia, España y Europa, a las que no se ha respondido todavía, tras medio año de haberlo solicitado, con menoscabo de nuestros derechos sociales.

¿No empiezan a ser los Montes do Gato un caso no sólo ya de Justicia Ecológica sino también de Justicia Social?

La Justicia Social está en el centro del desarrollo sostenible.

Sin las personas, y sus derechos, no hay Sostenibilidad.

Un Espacio Natural Protegido revaloriza las tierras y las viviendas.

Un suelo industrial las deprecia.

También el Bienestar de sus habitantes.

De ahí la apremiante urgencia para volver a situar a la Justicia Social y la Justicia Ecológica en el centro del desarrollo sostenible y de la transición energética.

De no hacerlo, estaremos incurriendo en una de las mayores injusticias que se haya cometido contra las comunidades locales y, en concreto, en Galicia, contra lo que llamamos el Rural.

Los derechos de las personas que habitan el Rural en Galicia están en peligro, aunque no lo sepan.

Y eso es lo más lamentable.

La falta de información, el oscurantismo que nos rodea para que alguien pueda tomar, con total facilidad, decisiones por todos nosotros a nuestras espaldas.

Pero no nos salgamos de la “Ley 19/2022, de 30 de septiembre, para el reconocimiento de personalidad jurídica en la laguna del Mar Menor y su cuenca” porque también se refiere a la Constitución:

“El artículo 45 de nuestra Constitución, ha sido interpretado por el Tribunal Supremo en el sentido de que es la Naturaleza como ecosistema la unidad que integra al ser humano como un elemento más y, por tanto, la que permite el desarrollo de la persona.”

Qué importante es esto, y que gran verdad: la Naturaleza permite el desarrollo de la persona.

Pero sigamos porque es una lectura valiosísima que reluce como el musgo luminoso:

“De acuerdo con la propuesta de una interpretación ecocéntrica de nuestro ordenamiento jurídico, señalada tanto por el Alto Tribunal como por algunos operadores jurídicos, se debe ampliar la categoría de sujeto de derecho a las entidades naturales, con base en las evidencias aportadas por las ciencias de la vida y del sistema tierra. Estas ciencias permiten fundamentar una concepción del ser humano como parte integral de la naturaleza, y nos obliga a afrontar la degradación ecológica que sufre el planeta tierra y la amenaza que eso conlleva para la supervivencia de la especie humana”.

Se trata de una auténtica novedad jurídica la declaración de personalidad jurídica al mar Menor que abre un camino de considerar una laguna, o un monte, no en un mero objeto de protección, sino como sujeto de derechos:

“la laguna pasa de ser un mero objeto de protección, recuperación y desarrollo, a ser un sujeto inseparablemente biológico, ambiental, cultural y espiritual”.

Espiritual.

Una dimensión que, en el lenguaje de la Sostenibilidad, se denomina Bienestar Subjetivo, aquel del cual sólo puede informar la persona que siente un bienestar, por ejemplo, ante la emoción por la contemplación de un paisaje.

Cuando, en una conversación en la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia, aludí a este carácter espiritual de los Montes do Gato que albergan la mayor necrópolis del Neolítico de Galicia, me pareció percibir cierta sorna.

Por eso me ha gustado ver reflejado en la ley este carácter espiritual, imposible de asir, como un valor que puede añadirse a los servicios ecosistémicos culturales que puede prestar la conservación de un territorio.

La negativa a estudiar la declaración de Espacio Natural Protegido los Montes do Gato, empieza a retratar a quienes se empecinan en ella.

¿Por qué se ponen como gato panza arriba para iniciar el procedimiento?

¿Por qué le pasan el asunto a la Reserva de Biosfera que, salvo albergar su principal Zona Núcleo y Zona de Protección en los Montes do Gato, no es el órgano competente para ello?

¿Por qué una Consellería de Medio Ambiente da toda suerte de facilidades a un promotor y da toda suerte de dificultades a miles de vecinos y vecinas de una comarca afectada por el disparatado proyecto de poner sobre una Necrópolis del Neolítico aerogeneradores con grave afectación para el Bienestar y el Medio Ambiente al que tienen derecho los habitantes de dicho territorio?

Justicia Social y Justicia Ecológica, qué términos más necesarios.

Comienzo a estudiarlos.

Y a preparar con el Colexio de Biólogos de Galicia, de la cual soy colegiada desde hace 30 años, así como con expertos en cada una de las materias, también de briófitos y musgos luminosos, la Memoria Científica del Parque Natural Montes do Gato.

Un trabajo que debería haber iniciado usted, señora Conselleira de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda de la Xunta de Galicia, doña Ángeles Vázquez Mejuto, pero que haremos nosotros por usted.

Bajo su mandato, hemos asistido en primera persona a la paulatina e imparable degradación de las turberas elevadas activas que son la joya de este enclave y que, mientras defendíamos y recolectábamos firmas y preparábamos la solicitud de declarar Espacio Natural Protegido los Montes do Gato, soterradamente, se eucaliptizaban.

Pero científicos de la Universidad de A Coruña y de Santiago dijeron algo muy importante allí mismo: que lo perdido, es recuperable.

También el mar Menor se ha degradado, terriblemente, pero la ley permitirá su recuperación.

Puede que, dirigiéndonos a usted, nos hayamos quedado muy cortos.

Necesitamos alguien con más sensibilidad ambiental y social.

Alguien que ponga, por encima de otros “intereses prioritarios”, la Justicia Ecológica.

Una Justicia que, me temo, afortunadamente, va a dar mucho que hablar en las próximas semanas.

Sobre el autor de esta publicación

Mónica Fernández-Aceytuno

Nace el 4 de mayo de 1961 en Villa Cisneros (Sáhara Español).

Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid se dedica desde 1991 a la divulgación de la Naturaleza en la prensa por lo que obtiene en el año 2003 el Premio Nacional de Medio Ambiente “Félix Rodríguez de la Fuente de Conservación de la Naturaleza” por su labor de difusión, y en el año 2007 el Premio Literario Jaime de Foxá.

El dos de octubre de 2008, se le entrega la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Montes al Mérito Profesional por su actividad en la prensa y en Internet.

Es columnista de ABC desde 1997, y colabora asiduamente en el suplemento NATURAL de ABC.

En 2007 funda el portal de la Naturaleza www.aceytuno.com, del cual es editora.