Ya ha fracasado la reforma de la Ley Electoral, a favor de que gobierne la lista más votada en los ayuntamientos (como primer paso a extender a las , CC.AA. y Gobierno nacional), que el líder del PP Alberto Núñez Feijóo ha presentado en Cádiz y que no pasa de ser una declaración de intenciones que, de entrada, rechazó Isabel Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid que apuesta por ‘una segunda vuelta’ en el ámbito municipal.
Una fallida oferta de Feijóo que además es inviable e ingenua una vez que pretende que Pedro Sánchez agreda ahora a las minorías de populistas y nacionalistas que ahora lo mantienen en el poder y con las que tendrá que pactar de nuevo tras las elecciones municipales y generales.
Y lo más decepcionante es que Feijóo insiste en mantener una de las más graves carencias de la democracia española: el sistema de listas cerradas en las elecciones generales que impiden que los diputados sean elegidos directamente por los ciudadanos en circunscripciones electorales.
Que es lo que ocurre en las grandes democracias occidentales como las de los EE.UU., Alemania, Reino Unido y Francia. Y lo que en España constituye la gran carencia de nuestro vigente sistema político.
Es esa relación directa entre los diputados electos y sus votantes la que permitiría la autonomía del Parlamento como Poder Legislativo para desde ahí controlar al Gobierno, y garantizar la ‘separación de los Poderes del Estado’ que avala toda democracia.
Y que en España no existe desde el inicio de la Transición porque en nuestro país (una ‘monarquía parlamentaria’ que en realidad es solo una ‘monarquía oligárquica’) sólo están separadas las ‘funciones’ de los Poderes del Estado pero no los poderes en sí mismos. Que se los quedan y los acumulan el líder del partido que gana las elecciones como ha pasado siempre con González, Aznar, Zapatero, Rajoy y ahora con Sánchez.
Con lo que el Poder Legislativo, donde Feijóo querría marginar las minorías si se implanta la teoría de ‘la lista más votada’, se confirmaría, más si cabe, en un simple apéndice del Poder Ejecutivo.
El que a su vez también controla el Poder Judicial, gracias a la refina de la Ley Orgánica del Poder Judicial que Felipe González hizo a su favor en 1985, y que no quisieron rectificar ni Aznar ni Rajoy, para disfrutar ellos del control de la Justicia a su paso por la presidencia del Gobierno.
O sea la propuesta de presunta regeneración democrática de Feijóo en Cádiz ha sido, además de no democrática porque margina a las minorías, una decepción en lo relativo a la Ley Electoral, porque insiste en negar la representación directa de los electores por sus diputados, y se opone a la separación de los Poderes del Estado.
El resto de reformas ‘democratizadoras’ que propone Feijóo relativas al funcionamiento institucional (CNI, SEPI, CIS, RTVE y Fiscalía General del Estado), no dejan de ser un brindis al sol que Sánchez no acepta aunque Feijóo podrá ponerlas en marcha como propia iniciativa si llega al poder.
Para lo que Feijóo debe ofrecer a los españoles un buen programa de su pretendido Gobierno que podría, si se atreve, presentar en una moción de censura contra Sánchez en el Congreso. Ejerciendo con mayor firmeza la oposición y con sentido de la oportunidad. Al tiempo que debería Feijóo alejarse de Vox si quiere recuperar a los electores del centro de la política que están abandonado al PSOE radical y a Cs.
Una relación del PP con Vox, que estalló en Castilla y León, y constituye el primer alegato político de Sánchez contra el PP. Desde donde Feijóo nos habla, con bastante ‘ingenuidad’, de regeneración democrática y reforma electoral en los ayuntamientos.
Lo que Sánchez desprecia, como era de esperar, y como la desecha sin recato madrileña Ayuso dejando a Feijóo en evidencia y recordando con su habitual desparpajo que en Cádiz, a cuyo Oratorio de San Felipe Neri, donde se aprobó la Constitución de 1812, y donde acudió Feijóo con solemnidad, está a punto de comenzar el carnaval.