La relación entre los dos partidos de gobierno y sus respectivos líderes está sustancialmente deteriorada, casi rota. Podríamos concluir que se detestan. Mucho más de lo que enfrentó a Suárez con González (al menos se respetaron) o a éste con Aznar, que no se soportaban ni siquiera respetaban; o a Zapatero y Rajoy que circulaban por distintos circuitos y ni se odiaban ni se amaban. Sánchez se llevó mal con Rajoy y con Casado y se lleva aún peor con Feijóo, esta semana ambos han volado cualquier puente de entendimiento entre ellos, al menos hasta que concluya el proceso electoral. Luego… ya veremos, porque en política los contadores se ponen a cero cada mañana.
De Feijóo se esperaba un discurso, el habitual en él, sereno y nada picudo; no parece una persona equipada para la confrontación, más bien un pragmático. De Sánchez se espera de todo ya que uno de sus méritos para la política es su capacidad de mutación, de rectificación ni reconocida ni explicada. El carácter de ambos es poco propicio a la confluencia, ni siquiera en conversaciones privadas no publicitadas.
Por todo ello lo ocurrido estos días y lo que vaya a ocurrir en los próximos no es excepcional ni sorprendente; forma parte del estilo de confrontación (que no conversación) política que domina el panorama actual.
De todo lo que se dijo en el Senado y alrededores, que ocupa todas las tertulias políticas dando vueltas a la misma noria, lo que más que ha llamado la atención es la pretensión de Sánchez de atribuir al PSOE el mérito, el papel esencial, en la derrota de ETA. No es posible sostener esa hipótesis ante un foro examinador con las cien personas que han estudiado y analizado a fondo la historia de ETA, especialmente su desenlace.
Desde luego que los socialistas han sido protagonistas de la derrota de ETA, pero no solo ellos, ni siquiera los más determinantes. La derrota de ETA tiene más protagonistas a los que no se puede ocultar, ni desdeñar. La victoria sobre el terrorismo etarra tiene varios actores principales desde policías a jueces, de servicios de inteligencia a personas concretas de muy diferente condición y ninguna tiene protagonismo destacado ni excluyente.
La pretensión de Sánchez de atribuir al PSOE el papel decisivo no se sostiene, me ha parecido un despropósito que un político con tanta responsabilidad haga un planteamiento tan inconsistente. Hoy ETA no existe y tiene poco sentido que centre el debate político o sirva de arma arrojadiza. De ETA ya solo queda el relato final para la historia, el de su trayectoria y su fin nada heroico. El relato para las nuevas generaciones de españoles y vascos. Lo que socialistas y populares y demás protagonistas no deben hacer es enturbiar el relato que solo sirve a los amigos d ellos terroristas que pretenden justificar sus errores capitales.