Si atendemos a las primeras versiones del acuerdo PSOE-Junts estamos ante un acontecimiento histórico que pretende resolver un conflicto histórico que viene de hace trescientos años. Un acuerdo redactado desde la desconfianza entre las partes y lleno de recelos y no pocas ambigüedades. Los valedores del acuerdo, en primeras aproximaciones, dicen que bien empieza lo que bien acaba; que la relevancia del ácueo dependerá de su buen fin. Un argumento que sirve a falta de otros de mayor densidad.
Entre las inconsecuencias del acuerdo, a primera vista, aparece el hecho de que los firmantes sean tercera fila entre los dirigentes de ambos partidos. ¿Cómo se deja a subalternos la firma de un acuerdo histórico? Además, ¿cómo es posible que se firme el acuerdo en Bruselas, con notable discreción y falta de explicaciones? Si tan importante es ¿cómo es posible que se pretenda que sea operativa con una minoría escuálida del Congreso, minoría en el Senado y profunda oposición en el poder judicial que sale muy erosionado y descalificado por los compromisos asumidos por los firmantes?
Son demasiados interrogantes para un acuerdo histórico que no tiene otra explicación que la obtención de una mayoría suficiente de investidura que es algo coyuntural convertido en sustancial. La declaraciones de que la constitución supone una línea roja son palabras al viento que valen tan poco como las afirmaciones de Pedro Sánchez que tienen como característica probada su volatilidad.
La discreción, opacidad, con la que se ha negociado y comunicado el acuerdo dice mucho de que se trata de un acuerdo privado entre dos grupos políticos que pretende comprometer al conjunto del Estado. El silencio de pedro Sanchez, sustituido por un miembro del aparato que nunca ha tenido relevancia política ni personalidad al margen de actuar de subalterno del presidente.
El acuerdo servirá para la investidura, pero puede quedar pronto en papel mojado cuando tropiece con obstáculos legales y de instrumentación que se han tratado de orillar en el acuerdo pero que no lo será en su concreción.
Lo más llamativo es que cuando el independentismo vive momentos grises en la preferencia de los catalanes el socialismo de Sánchez les otorga un poder extraordinario que le permite un éxito que ni los mismos independentistas esperaban conseguir. La pretensión de “pacto histórico” tropieza con inconsistencias manifiestas y pretensiones que van más allá de la división y el respeto entre los poderes del Estado.