Impactos indirectos

Gredos

PixabaySierra de Gredos

Más dañino puede ser un impacto indirecto que el directo.

Me recuerda un poco a aquel juego que hacíamos de niños cuando mis hermanos me pasaban la mano delante de la cara y decían: “el aire no es tuyo”.

Una manera de hacerte rabiar, que imagino yo también practicaba con ellos, como aquello que nos daba dentera, a mí, no puedo casi ni escribirlo, rascar con las uñas un mantel, y a mis hermanos pasarlas por una pizarra, o con el cuchillo rascar un plato de loza.

¡Cuántas cosas se nos olvidan!

Por eso me ha encantado verles este fin de semana en Gredos y acordarnos de anécdotas que ya habíamos olvidado que recordábamos a fuego, como el día que mis primos se llevaron la SABA, una televisión en blanco y negro que era una maravilla y que mi padre compró, estando la televisión rota, por cinco mil pesetas, porque mis tíos se habían comprado una en color.

Nosotros seguimos viéndolo todo en blanco y negro, pero eso sí, en la SABA cuyo arreglo había costeado mi padre, hasta que se decidió a pasar al color y entonces, vino el drama.

Nos reímos porque yo entonces debía de tener doce o trece años, pero ya se manifestó en mí un espíritu activista que no he recuperado hasta que he sido abuela.

La vida, está hecha de paréntesis.

Zonas en las que no sucede nada pero que, en realidad, forman unidades del tiempo, de aquí hasta allí, en un paréntesis.

Y la apertura de mi paréntesis de activismo se inició con la SABA.

Me puse delante de la televisión, o al menos eso me contaron este fin de semana entre risas mis hermanos, que no son pocos, cinco hermanos de los cuales, cuatro al menos, entonces dos chicos y dos chicas, más bien niños y niñas, lo recordaban perfectamente.

Llamaron al timbre, y eran mis primos Jaime y Juan.

Venían a por la SABA.

“Que como ya tenéis televisión en color, que ha dicho mi madre que recojamos la SABA para llevarla a Tricio”.

Mis primos, eran también unos niños.

Recuerdo lo serios que vinieron, como en misión ineludible, tan decididos que se diría que les correspondía el objeto ya vendido, estando roto, pero pagado y arreglado por mi padre.

“Por encima de mi cadáver” les dije, poniéndome delante de la televisión, que no era pequeña, era una gran SABA, con los brazos en cruz para abarcar toda la pantalla.

“Por encima de mi cadáver” insistí seriamente.

Mis primos, se quedaron desconcertados.

Como desde niña me gustaron las flores y las plantas, la gente siempre ha creído que soy una suerte de frágil mariposa incapaz de enfrentarme a alguien, cuando puede que sea exactamente lo contrario, que es ese amor inquebrantable por la Naturaleza y por la tierra de donde saco una fuerza que, por la cara de sorpresa de mis primos, no aparento.

Dieron un paso atrás.

Pero, cuando ya se iban, salió mi madre de la cocina, que es mucho más fuerte que yo, y también más comprensiva con las debilidades humanas; una santa, vamos; y cuando mis primos ya habían asumido que se marcharían sin la SABA, les dijo: “Podéis llevárosla”.

Yo no tiré la toalla.

Cuando ya tenían la televisión en las manos, y estaban a punto de salir por la puerta de nuestra casa, volví a interponerme en su camino: “Son 5.000 pesetas más el coste del arreglo”.

Mi madre volvió a intervenir: “No os preocupéis, no tenéis que pagar nada, podéis llevárosla”.

Aquello, creo que me marcó de por vida, sin yo saberlo hasta este fin de semana, en el que rememoramos la anécdota riéndonos como los niños que fuimos un día.

Gracias a mi madre, no se produjo un choque familiar, entre primos, tíos, hermanos y cuñados.

Mi madre no sólo es más fuerte, es más lista que yo, o al menos lo era cuando su cabeza pensaba de manera ordenada.

Me da muchísima pena no poder preguntarle ahora.

¿Qué haría mi madre con el lío en el que ando hoy envuelta?

Defendiendo, como la SABA, las turberas, los yacimientos funerarios, la vida del Rural, que no se instalen en nuestros paisajes máquinas de escala inhumana, torretas gigantes de alta tensión atravesando nuestros ríos y sus preciosas cataratas o fervenzas, a cincuenta metros de los núcleos habitados, pidiendo que se hagan las cosas de otra manera, no por los impactos directos, sino por los indirectos, mucho más graves, porque son los que no se cuentan ni vienen en los estudios de impacto ambiental, pero que se acaban sufriendo para siempre.

Si las marismas del Parque Nacional de Doñana están como están no es por los impactos directos, sino por los impactos indirectos de los regadíos, convirtiendo en fresas, todas iguales, la irrepetible Biodiversidad.

También proteger las turberas pero rodearlas de aerogeneradores como ha declarado “ambientalmente viable” la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda de la Xunta de Galicia en una zona de protección de una Reserva de Biosfera que es, científicamente, “Área de exclusión eólica”, y con un proyecto fraccionado en cinco parque eólicos que es, según sentencia firme del Tribunal Supremo, una práctica fraudulenta, es causar un impacto indirecto descomunal e irreversible, tan grave, o más, que el impacto directo.

Viniendo precisamente de Gredos de estar con mis hermanos y sobrinos para recordar el aniversario del fallecimiento de mi padre que nos llevó más a la risa, por los buenos recuerdos inolvidables, que al llanto, me quedaba mirando los nuevos aerogeneradores. Tan altos. Tan blancos. Bueno, no son feos, intentaba decirme a mí misma. Pero luego, giraba la vista a la derecha, y aparecía lo que nunca aparece en los anuncios de renovables, que es la subestación eléctrica, con su bosque de aceros y torretas de líneas de altísima tensión.

¡Una pesadilla!

Pero una pesadilla que no sueña nadie, porque allí no vive nadie.

¿Renovables?

¡Claro que sí!

Pero a escala humana donde viven las personas como en el Rural de Oza-Cesuras.

Aunque sólo sea por la proporción áurea.

No se puede hacer eso a nadie.

En el Rural habitado hay que ir a las comunidades energéticas por parroquias.

E igual que tenemos una antena de telefonía móvil para todos, tener también energía renovable con MINI-ESTACIONES de energía renovable que no se lleven la electricidad y los beneficios a otra parte, sino al municipio donde se instalan, y a los bolsillos de quienes viven en ese territorio.

La energía, para quien la produce en su tierra.

Permitir otra cosa, es un expolio, como el de mis primos (perdonadme que escriba esto, os quiero) con la SABA.

Y una cosa más para quienes nos gobiernan en el Estado, Autonomías y Municipios, y que podría valer para todos los humedales, sean marismas o turberas:

“En los albores del siglo XXI el grado de desarrollo de las comunidades humanas debe ser evaluado por el conocimiento, respeto y conservación que éstas hagan de sus recursos naturales, de su biodiversidad tanto presente como pretérita”

A. Martínez Cortizas

E. García-Rodeja Gayoso

Santiago de Compostela, Junio 2001

Pertenece la cita al libro que estoy leyendo “Turberas de montaña de Galicia”.

Convendría saber que, de todas las turberas del mundo, las gallegas son las que más carbono asumen en toda la Tierra.

Destruirlas, directa o indirectamente, supondría no sólo atentar contra un registro que alberga, como un museo, la historia natural desde hace 12.000 años, sino contra toda la Humanidad, ya que las turberas contienen una cantidad de carbono que equivale, a nivel mundial, a la que existe en la atmósfera.

Ponerlas en peligro, directa o indirectamente, podría considerarse un crimen ambiental contra la Humanidad, por el impacto indirecto sobre el Cambio Climático mundial.

Cincuenta años después, sigo pensando igual: mis primos nunca tenían que haberse llevado esa televisión.

Dos años después, me adhiero a la propuesta de un reconocido científico.

Como Doñana, O Xistral tendría que ser un Parque Nacional por sus humedales que son las turberas; y Monte do Gato y Brañas do Deo con sus turberas elevadas activas, Parque Natural.

Sin dudar, protejamos estos espacios.

Protejámoslos de impactos directos.

Y aún con mayor empeño, de los sutiles y destructivos impactos indirectos.

Sobre el autor de esta publicación

Mónica Fernández-Aceytuno

Nace el 4 de mayo de 1961 en Villa Cisneros (Sáhara Español).

Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid se dedica desde 1991 a la divulgación de la Naturaleza en la prensa por lo que obtiene en el año 2003 el Premio Nacional de Medio Ambiente “Félix Rodríguez de la Fuente de Conservación de la Naturaleza” por su labor de difusión, y en el año 2007 el Premio Literario Jaime de Foxá.

El dos de octubre de 2008, se le entrega la Medalla de Honor del Colegio de Ingenieros de Montes al Mérito Profesional por su actividad en la prensa y en Internet.

Es columnista de ABC desde 1997, y colabora asiduamente en el suplemento NATURAL de ABC.

En 2007 funda el portal de la Naturaleza www.aceytuno.com, del cual es editora.