La invasión de Ucrania por el ejército ruso ha venido a sacudir violentamente el, ya de por sí, frágil equilibrio internacional.
Occidente ha mostrado un grado de unidad estratégica que no se había logrado nunca. La Unión Europea ha visto reforzados sus lazos internos y su asociación con los Estados Unidos de Biden, tras el gran desencuentro con Donald Trump. La OTAN ha despertado de su letargo y la opinión pública occidental mantiene, de momento, un alto grado de apoyo a la resistencia ucraniana. Desde el punto de vista político, todo este gran consenso occidental - al que hay que añadir el enorme rencor del pueblo ucraniano hacia Rusia, que durará décadas - representa uno de los mayores fracasos de Putin en su irresponsable campaña expansionista.
La consolidación del bloque occidental (junto a Corea del Sur, Japón y Australia) es, sin embargo, tan sólo una cara de la moneda. El denominado Sur Global busca su propio camino en una clara apuesta contra el orden bipolar que la guerra en Ucrania puede significar. China, India, Turquía, Sudáfrica, Brasil, grandes potencias emergentes en el tablero mundial, han mantenido una estudiada neutralidad desde el inicio de la agresión. El intento europeo de incorporar a Asia, África y Latinoamérica a la defensa de la causa de Ucrania ha fracasado hasta ahora. El Sur Global ha rechazado entrar en la lógica de tensión entre China-Rusia y Occidente.
Una reciente encuesta del European Council on Foreign Relations (ecfr.eu) revela que, así como la opinión pública occidental consolida su apoyo a Ucrania, los ciudadanos de China, India y Turquía prefieren un final rápido de la guerra aunque Ucrania deba ceder parte de su territorio. En estos países se busca un orden mundial mucho más acorde con la fragmentación multipolar y alejado de la (bi) polarización liderada por Estados Unidos y China.
Si el consenso entre los gobiernos europeos es claro: Ucrania debe ganar esta guerra, la opinión pública no occidental es partidaria de poner fin al enfrentamiento cuánto antes aún pasando por encima del respeto a la unidad territorial de Ucrania.
Las razones para el desencuentro entre Occidente y el Sur Global son diversas; el pasado colonial, el dominio geopolítico norteamericano, los errores y fracasos de Occidente en distintos escenarios de conflicto (Afganistán fue el último), pero también suculentos intereses económicos derivados del comercio del petróleo. Desde que se inició la invasión de Ucrania la importación de crudo ruso, a precios muy bajos, hacia China ha alcanzado máximos históricos. Moscú vende su crudo a 40 dólares el barril a países como India, que luego lo refina y lo revende como diésel a Europa y Estados Unidos por más de 100 dólares.
En paralelo, el gobierno de Putin despliega una frenética ofensiva diplomática; su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, ha visitado China varias veces, Sudáfrica, India, Egipto, Etiopía, Malí, Sudán… en búsqueda de complicidades o, al menos, de neutralidades para la campaña rusa contra Ucrania.
Esta guerra puede acabar sin una victoria clara para ninguno de los contendientes, salvo que Putin cometa un último error y pase de la amenaza a Occidente a la acción, gracias a sus 4.000 cabezas nucleares. El conflicto se alarga y no se vislumbra el momento de reunir a las partes en una Conferencia de paz. La iniciativa del gobierno chino, presentando 12 puntos para las conversaciones, recibido con escepticismo por el bloque occidental, es un elemento positivo pero parece diseñado para tener una fuerte presencia en el escenario actual y futuro más que para jugar un verdadero y eficaz papel mediador.
En todo caso las democracias occidentales deberían tomar buena nota de la creciente brecha abierta con el Sur Global.
Si el respeto a la legalidad internacional es la base de cualquier construcción razonable del orden mundial, no es menos importante perseverar en los acuerdos con las grandes potencias emergentes y con sus sociedades. En las buenas relaciones internacionales la visión unidireccional y excluyente resulta ser siempre la peor herramienta.
Escuchar al Sur Global, explicar mejor nuestras posiciones, construir espacios de encuentro desde la autonomía de cada uno de los países que hoy se distancian de Europa es, desde mi punto de vista, la tarea más importante que tiene la Unión Europea en este tiempo de incertidumbre.