Juan Antonio Samaranch fue el gran renovador del deporte mundial. Comenzó haciéndolo en España desde su puesto de Delegado Nacional de Deportes y continuó desde la presidencia del Comité Olímpico Internacional. Su biografía deportiva empezó con sus años de periodista en la prensa barcelonesa. Después, fue seleccionador nacional de hockey sobre patines y logró el campeonato mundial. Tras su paso por la Delegación, en la que dejó eslóganes y campañas de promoción deportiva, emprendió la gran carrera olímpica.
Fue en Roma donde le eligieron miembro del COI. Avery Brundage creyó en él desde el día en que lo conoció y fue quien patrocinó su entrada en el estamento olímpico. Su carrera creció rápidamente. En Munich, 1972, ya era responsable de la prensa y las relaciones públicas. En Moscú, en 1980, fue elegido presidente.
A Samaranch lo escogieron para suceder a Lord Killanin. Ganó gracias a los votos de los países del área comunista. Desde su puesto de embajador en Moscú entabló amistades que le sirvieron para auparle. También contó con la ayuda de los países hispanoamericanos con Joao Havelange, presidente de la FIFA a la cabeza. La votación se celebró en la Sala de Columnas del edificio de los sindicatos soviéticos donde habían sido velados los jerarcas del régimen desde Lenin.
Su carácter de hombre proclive a los pactos le sirvió para lograr el aprecio de los representantes de los países africanos con quienes conectó especialmente en los conflictos por el “apartehid” surafricano ya que siempre estuvo a su lado…
Samaranch fue hombre con peso en la Casa Blanca. Pese al boicoteo de algunos países de la zona comunista a los Juegos de Los Ángeles, el gobierno estadounidense apreció el trabajo que hizo para romper el bloque lo que consiguió con la presencia de países como Rumania.
La celebración de los Juegos de Barcelona en 1982, tuvieron prolegómenos con dificultades políticas. La disgregación de las republicas soviéticas ponía en peligro la participación de los deportistas de la zona. Con Boris Yeltsin, en el despacho de éste, en el Kremlin, visita a la que asistí, consiguió que hubiera un equipo conjunto, por ultima vez aunque con las siglas CEI.
Samaranch luchó por acabar con la discriminación racial en Suráfrica y obtuvo del presidente De Klerc, el compromiso para que finalmente el país pudiera volver al mundo olímpico. El encuentro final, en Ciudad del Cabo, ceremonia a la que también asistí, devolvió la paz al deporte africano.
Samaranch modificó la Carta Olímpica para que los profesionales pudieran participar. Recuperó el tenis, incluyó deportes modernos como el Triatlón y, fundamentalmente, consiguió que el COI tuviera fundamentos económicos. Logró grandes contratos de patrocinio con empresas de todo el mundo.
Una de sus mejores obras está en Lausana. Construyó nueva sede junto al viejo Chateau de Vidy y levantó el Museo Olímpico.
Samaranch ha sido el presidente más importantes de la historia del COI. Su recuerdo perdurará. Aunque hubo un tiempo en que tuvo enfrente fuertes enemigos del grupo anglosajón, siempre salió adelante. En una ocasión hasta pretendieron fomentar la candidatura de la princesa Ana de Inglaterra. Su ultima batalla ganada fue conseguir que le sucediera otro europeo, el médico belga Jacques Rogge.
Samaranch compaginó el deporte con la política cuando se le pidió que lo hiciera. Así, por ejemplo, en Argel, durante los Mediterráneos consiguió que el Frente Polisario pusiera en libertad a unos pescadores canarios. También en Teherán hizo gestiones para la liberación de un capitán de barco petrolero.
Practicó el boxeo y demostró, deportiva y políticamente, ser buen encajador. Y al tiempo, fino estilista. Nadie como él manejó los hilos del deporte mundial. El luto se le guardará en todo el mundo.