Dije en su día que convenía que la selección española no muriera de euforia. Falleció frente a Japón y ello no hubo solo relajación y en ciertos momentos conformismo. Examinado lo sucedido, veinticuatro horas después, con el ventajismo de lidiar a toro pasado, el partido tuvo aspectos más que discutibles. Luis Enrique, que no tomó las mejores decisiones, creó un centro de la zaga totalmente inédito con Rodri, futbolista que ha ejercido esa labor circunstancialmente y Pau Torres que es menos importante cuando no tiene al lado a Albiol. El seleccionador cambió a tres de los cuatro hombres de la zaga. Una cosa es que modifique las alineaciones como tiene costumbre y otra que haga experimentos cuando hay mucho en juego.
Contó con Nico Williams, que es todo voluntad, pero aún está algo verde para jugar un encuentro en el que hay que ganar. Los cambios de la segunda parte tampoco fueron demasiados certeros. Morata, el goleador y Nico dejaron paso a Asensio y Ferrán Torres. Este no es un extremo natural y la buena voluntad del técnico de contar con Ansu Fati, que está al cincuenta por ciento de lo que fue, no remedió las fisuras atacantes. Luis Enrique buscó casi como última solución la incorporación de Jordi Alba, que mejoró lo que con gran voluntad había intentado Balde.
El equipo español no supo hallar el modo de superar la barrera nipona compuesta por cinco defensas y cuatro centrocampistas. Para superar una Línea Maginot de estas caráctererísticas era oportuno entrar por las bandas con dos laterales que cubran esa misión además de dos delanteros en forma de extremos. Buscar toquecitos y paredes por el centro era misión imposible. En estas ocasiones lo mejor es recurrir a lo más clásico. Y es absurdo que se saquen los córners dándole el balón a uno que ha de intentar el posterior centro al área. El saque de esquina directo tiene la ventaja de que no hay fuera de juego y es más fácil rematar en el primer envío que en el segundo cuando la defensa contraria ve llegar la pelota de frente.
La selección tiene en la cabeza el juego de toque, pero ello es posible cuando en el campo hay futbolistas como Xavi e Iniesta. El centro del campo actual no está para filigranas y acaba siendo empalagoso. Ahora, lo más conveniente es variar el sistema y tal vez cambiar a alguno de los hombres. Y es recomendable que no se juegue a dar pasecitos en el área con el peligro que ello tiene. Es más recomendable dar el patadón para alejar el peligro. Contra un equipo que se cierra como Japón jugar a pasar la pelota horizontalmente es convocar al adversario a que en un robo monte el contragolpe. Empieza a ser estomagante tanto pase atrás para que juegue el portero y éste debe dedicarse a tocar la pelota con las manos. Unai Simón con los pies no es muy hábil. Y contra Japón no hizo el mejor partido de su vida.
Contra Marruecos hay que desear la reconciliación con el buen futbol y los goles. Y una alineación razonablemente eficaz. Los mejores cada uno en su puesto. No es cosa de más experimentos. Sobre todo porque quizá en Qatar no hay gaseosas.