La amistad une a individuos que toman café juntos. El almuerzo refuerza los lazos. Mas uno no debe almorzar con quien no quiere y para ello, en ocasiones, es preciso anunciarlo previamente. Joan Laporta y Florentino Pérez fueron compañeros de propuestas deportivas y formaron el tándem español para alimentar los deseos de crear la Superliga. Iban de la mano. Tomaban café juntos cada vez que había que unirse para enfrentarse a la Liga de Fútbol Profesional en la que Javier Tebas era siempre el adversario. Ahora, hemos entrado en aquella actitud en la que un niño le dice a otro “ya no te junto”. Y Florentino y Joan no se juntan en Barcelona ni para tomar café. La tradición dice que los presidentes y algunos directivos almuerzan juntos el día del partido. Esta vez será excepción. No hay ni siquiera degustación de calçots que es el plato del tiempo. Tampoco habrá restaurante con estrellas porque las relaciones entre los clubes se han estrellado.
El caso Negreira, que me da en la nariz que, además de una malversación por parte de los dirigentes barcelonistas, es el asunto de un trilero, de un individuo que protagonizó un timo de la estampita, pero a lo grande. La jueza que lleva el caso tendrá el deseo indudable de encontrar no solo a los culpables directos, sino a quienes se han beneficiado del infame negocio. Hasta que tal ocurra, pese a que el Madrid tardó en definirse, aunque tampoco lo ha hecho de modo rotundo porque en el problema está Laporta y ha sido compañero de viaje, tardaremos en tener sentencias sobre quiénes son los delincuentes y, consecuentemente, los condenados.
Posdata. El Barça ha perdido crédito en los campos españoles. No será bien recibido en la mayoría. Los dirigentes han avergonzado a sus socios, jugadores y aficionados de las peñas que existen en toda España.