La amenaza de huelga, justa reivindicación

Los árboles de la exhibición del Barcelona frente al Arsenal, y su victoria en el Bernabéu, nos han impedido ver el bosque de la anunciada huelga de la Asociación de Futbolistas Española (AFE). Luis Rubiales, nuevo presidente, experto en crisis y en resolverlas favorablemente para los compañeros, como demostró en el Levante, ha tomado el relevo ideológico de los fundadores del sindicato. Nació este de la mano de José Cabrera Bazán,  catedrático de Derecho Laboral, y Joaquín Sierra “Quino” futbolista que del Betis pasó al Valencia. Cabrera conoció la cárcel en Jaén cuando se negó a jugar si no le pagaban y el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, lo encarceló. Quino rompió las amarras de la reglamentación que concedía a los clubes derechos de esclavitud porque podían retener a los futbolistas hasta el final de su vida deportiva.

Rubiales no ha planteado la reivindicación por los grandes astros, sino por los modestos. Para empezar, los hay en Primera cuando los clubes se acogen a la Ley Concursal. También en Segunda, en mayor cantidad, porque se añaden los impagos de los salarios, y los hay a porrillo con Segunda B y Tercera.

La Federación Española de Fútbol debe a la AFE ocho millones de euros y Rubiales y su directiva, además de esta cantidad, reclaman que la Liga de Fútbol Profesional garantice los contratos de los jugadores cuando los clubes de Primera y Segunda se acogen al concurso de acreedores.

El año pasado, mediante maniobras torticeras para impedir descensos de categoría, los clubes de Segunda B dejaron de abonar 4,1 millones de euros y si es justa la demanda también lo es que se amplíen las coberturas de los fondos de garantía salarial y se cree uno nuevo para Tercera División.

Al margen de los acuerdos a que se llegue, resulta evidente que el conflicto debería obligar a la reflexión general. Es necesario controlar los salarios, exagerados en todas las categorías,  porque, fundamentalmente se ofrece lo que no se puede pagar y nadie vigila las partidas del  debe y haber. Se impone la necesidad de obligar a que los clubes no puedan invertir en fichajes y salarios más allá del sesenta por ciento de sus ingresos. La primera garantía económica está en este control. Será el modo de evitar el espejismo de atar perros con longanizas.