Las decisiones de los árbitros, las del VAR y las del Comité de Competición serán siempre motivos de duda y de inconformismo. Nunca hemos estado de acuerdo con la aplicación de una norma que ha sido distinta para uno que para otros. Se ha recurrido siempre a la interpretación y en el fútbol cuando se sale de la norma estricta caben toda una serie de opiniones. No hay duda de que el racismo debe ser repudiado y expulsado de los campos de fútbol. Del fútbol y de otros deportes con miles o centenares de aficionados en sus gradas. Al igual que el racismo deben acabar las expresiones homofobas y de tipo religioso que se pueden oír en los graderíos. Y no es difícil encontrar la frase dirigida a un árbitro o un jugador en la que se mencione indecentemente a la madre. Creo que en estos aspectos podemos pedir sino unanimidad, que es prácticamente imposible, si mayor repulsa.
Que el Valencia sea sancionado está en la conciencia general. Que el club se sienta molesto porque cree que el VAR le ha perjudicado en muchas ocasiones, melodía repetitiva, y ahora se le ha condenado sin atender sus razones, entra dentro de la lógica. Todo condenado ha de sentirse insatisfecho y además de proclamar su inocencia o parte de la misma, ha de solicitar que se le juzgue con el mismo baremo. Por ejemplo, en Valencia aún duele la sanción a Gayá, que no ha sido similar en otros casos por el mismo hecho. En Valencia se peguntan por qué el caso Vinicius ha sido juzgado en cuarenta y ocho horas y todavía no hay sentencia por el asalto de hinchas del Espanyol que obligó a los barcelonistas a salir echando virutas de la cancha cuando estaban celebrando su Liga. Es lógico que se pregunten por qué en un caso haya habido prisa y en el otro todavía no sepamos a qué quedarnos. Tal vez se haya considerado más grave que se insultara a un jugador que se persiguiera a otros que pudieron ser agredidos físicamente. En los medios valencianos también se preguntan por qué en el caso de los insultos, graves son duda, no se ha tenido en cuenta también la aplicación del artículo 39 del Reglamento en el que se condenan las provocaciones, que en este caso no fueron manipuladas por el VAR, porque se vieron en primer plano, en las que el jugador del Madrid salió diciéndole a la gente que iba a Segunda.
Hay que estar al lado de Vinicius en todo cuanto le afecta moralmente y que no es cuestión personal, sino también colectiva porque se menoscaba a personas de raza negra y hay que ser solidarios con todos ellos. El asunto de Mestalla no pasará a segundo plano en mucho tiempo. El Madrid supongo que con el dictamen de sus médicos ha decidido no alinear al futbolista en los tres últimos partidos de Liga. Pese a ello, en el Bernabéu se le homenajeó. Si la decisión es simplemente deportiva es para aplaudir porque en esos momentos conviene la calma y hasta presupongo que el jugador podría padecer una lesión propia del estrés.
Resulta penoso que Vinicius fuera también pasto del insulto en su país cuando era jugador del Flamengo. Allí padeció, según contó, algo parecido a la discriminación racial pese a ser un país con tanta gente de raza negra. En los periódicos de la época se quejó amargamente de lo que le sucedía más que a él a su familia. Aquí, afortunadamente, sus allegados no han tenido que sufrir ningún tipo de vejaciones. Darle descanso a él y a sus compañeros, que han tenido que estar tantas veces pendientes de sus problemas, es lo más prudente. Hay que despejar el nublado. Por él y por el Madrid. La relajación es aconsejable para que en la próxima temporada no tengamos que volver a empezar.