Lionel Messi jugaba su partido mil. El millar que ha sumado en la selección, Barça y PSG. Deseaba celebrar el acontecimiento con todos los honores. Los que quería dedicar a Argentina que con su dirección se quería llegar a los cuartos de final mundialistas. No faltó su espíritu, su imaginación y su certificado de buena conducta con el gol que abrió el camino de los suyos hacia la siguiente eliminatoria.
Lo realmente sorprendente no fue que Messi marcara, sino que tras vivir una primera parte monótona, el fútbol de la segunda volviera a poner sobre la marcha los accidentes que han hecho posibles eliminaciones como la de Alemania. La defensa australiana cedió el balón a Ryan, la estúpida jugada dentro del área pequeña, que tenía muy cerca a De Paul. El portero quiso jugar con los pies, no ajustó el toque y se encontró con que De Paul le presionó, el balón se perdió hacia Julián Álvarez que marcó el segundo tanto.
Con dos goles de ventaja se podía aventurar que la eliminatoria estaba resuelta. Entre otras razones, porque los argentinos jugaban con más calidad en la conducción del esférico. Y sucedió la imprevisto, lo que ha ocurrido en este Mundial en varias ocasiones. Un disparo australiano, minuto 77, tocó en el cuerpo de un defensor albiceleste y la pelota se desvió para que Emiliano Martínez no pudiera hacer nada por evitar el tanto. Dos accidentes pusieron el partido de dulce al principio y amargo después. Fue lo que medió entre los dos dianas tan accidentadas. Argentina, finalmente, mantuvo la ventaja y ya puede prepararse para el siguiente paso en que se encontrará con Países Bajos que también sufrió para dejar en el camino a Estados Unidos.
La primera parte del Argentina-Australia, desde un punto de vista gastronómico se habría podido definir como nada entre dos platos. Los australianos prefirieron mantenerse seguros en su campo y cerraron con bastante ímpetu, y alguna patada innecesaria, la portería del exvalencianista Ryan. Argentina tenía más el balón, pero poca progresión peligrosa. Papu Gómez, que ocupó el lugar que habría tenido el lesionado Di María dedicó sus jugadas por la banda izquierda a regresar sobre sus pasos y hacia el centro. Ni una sola vez buscó la entrada que creará incertidumbre entre los defensores australianos. Messi ante tanta horizontalidad retrasó su posición en algunos momentos para desde atrás crear la jugada que pudiera llegar al gol. El juego fue pegajoso con marcajes en los que el adversario no dejaba un metro para poder pensar. Era difícil llegar al área con posibilidades de disparo. En toda la primera parte solo una vez disparo Argentina a puerta y fue la que le valió el gol de Messi.
Australia pensó más en defender que en atacar aunque cuando lo hizo creo malestar en la zaga albiceleste. Daba la impresión de que jugaba al empate, prorroga y penaltis que es el remedio al que recurren aquellos equipos que no se ven en condiciones de ganar. Messi lo intentó pero tras burlar a uno se topaba con dos. Hubo que tener mucha paciencia y fe en Messi para creer en el triunfo argentino.
Hubo que aguardar al minuto 35 para que en jugada que partió de un córner sacado por el propio Lionel con posterior jugada en la que encontró el pase de Mac Allister. Messi se tuvo que buscar el momento dulce para rematar y lo hizo. El gol fue un alivio para argentinos e incluso espectadores neutrales porque soportar el juego de ambas selecciones había sido para tomar un sedante a fin de obtener la calma necesaria para digerir lo que se veía en el césped.
La albiceleste jugó mejor, exhibió un fútbol superior al australiano y sin embargo, se vio en el problema de tener que defender un resultado que le había llegado a ser plácido y se le complicó de forma tan impensable que hasta el último minuto no se pudo cerrar.