El desesperado y torpe golpe en Brasilia de los “bolsonaristas” ha merecido un rechazo rotundo en todas las cancillerías, incluidas las que han mostrado más simpatía por el modelo autoritario del expresidente brasileño. Nadie apoya operaciones de ese tipo, ni siquiera los trumpistas que gustan de ese modelo de “minoría audaz” capaz de hacerse con el poder por un golpe de mano. Tanto los trumpistas hace dos años asaltando el Capitolio, como los “bolsonaristas” ocupando las sedes de los tres poderes en Brasilia han puesta en marcha el declive de sus pretensiones de ocupar el poder.
Hoy los autoritarios son más débiles que antes, sus procedimientos muestran desesperación, ofuscación y pérdida de posibilidades. Muchos de los que votaron a Bolsonaro hace pocas semanas (como buena parte de los que votaron Trump hace dos años) se lo pensarán mucho repetir la elección.
Un daño colateral del caso es su efecto en los políticos españoles que ejercen de portavoces de sus partidos. Con lo fácil que tenían expresar la condena del golpe, no han resistido la tentación de trasladarlo a clave local para descalificar a sus adversarios con lecturas excesivas, parciales y desmedidas del caso.
Desafortunada la portavoz del PP Cuca Gamarra en su primer mensaje en Twitter (va siendo hora de que esta gente piense con más calma antes de poner los dedos en el teclado), y no menos desafortunados (por utilizar una palabra amable) los portavoces del Gobierno (socialistas y podemitas) a la hora de arrinconar en el bando autoritario (fascista y ultraderechista) a sus adversarios, especialmente a Feijóo, que les adelanta en las encuestas.
Estos hechos notorios acreditan la miseria de la política española, la ausencia de nivel y de argumentos de unos jefes políticos nada ejemplares. La desafección y el desánimo que producen en la ciudadanía están justificados. Política de muy bajo vuelo, de pasión sin razón. Deslizamiento hacia una polarización cuyos resultados en otros países han sido desastrosos. Los resultados del populismo, de las soluciones simples a problemas complejos conducen a la catástrofe, a la miseria moral.