Las efímeras viven 24 horas. Su vida consiste en copular durante toda su vida, que es un día. Viajes frenéticos de amor. Antes de convertirse en efímeras, aún larvas, estos insectos reciben otro nombre: ninfas. Una efímera que nace de una ninfa no merece morir tan pronto. La efímera tiene, en fin, una no vida.
Tu’i Malila vivió 188 años. Nació en 1777 en Madagascar y fue el regalo que eligió el explorador inglés James Cook para agasajar a la Familia Real de Tonga en una de sus expediciones. Tu’i Malila era una tortuga estrellada. Vivió en los jardines del palacio de Tonga hasta 1965. Transitó tres siglos.
Es obvio pensar que la tortuga tuvo una vida más intensa que la efímera, pero lo cierto es que sólo sabemos que tuvo una vida más larga.
El castellano distingue de forma precisa entre ser y estar. Dice la Academia que ser es una condición inherente a la persona; estar es una condición episódica. Pienso: estar es fácil, ser es difícil.
Me obsesiona el tiempo; controlar mi tiempo. El tiempo es la vida, que es un viaje. El viaje de la infancia ignorante y feliz, el viaje atribulado de la adolescencia; el viaje altivo de la juventud; el viaje pausado de la madurez. Un viaje o muchos viajes con paradas, con estaciones de felicidad y tristeza, con estaciones en mitad de la nada o en el corazón del todo.

'Rhithrogena germanica', insecto considerado como una 'efímera'.
Hay medusas inmortales, pero no somos medusas. El tiempo con el que cuenta un ser humano es finito. En España la esperanza de vida ronda los 83 años. Algunos están 83 años; otros, son. Me temo que la efímera es y la tortuga está.
Hace unos años escuché una apelación contundente de Pepe Mujica, ex presidente de Uruguay, sobre el tiempo. Hablaba Mujica del consumo, de las necesidades superfluas que nos creamos, del pagar constante para tener; para tener cosas que cambiamos por otras cosas y después por otras. Y pagamos. Y decía que esos teneres no los compramos con dinero, sino con tiempo. Con el tiempo de vida que gastamos para tener ese dinero.
Tiempo de vida. Tiempo de ser.
Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda francesa, se dirigía hace apenas unos días a quienes protestan contra la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron, que prevé incrementar la edad de jubilación.
Mélenchon hablaba sobre el tiempo que, decía, no es sólo el tiempo útil de producir, sino también el tiempo libre. El tiempo libre no implica ser improductivo, explicaba. Es el tiempo del que “podemos disponer para poder hacer lo que queremos: vivir, amar, no hacer nada, cuidar de los nuestros, leer poesía, pintar, cantar… El tiempo libre es el tiempo en el cual tenemos la posibilidad de ser totalmente humanos”.
El tiempo es la vida, que es un viaje. El viaje de la infancia ignorante y feliz, el viaje atribulado de la adolescencia; el viaje altivo de la juventud; el viaje pausado de la madurez.
Cada día camino poco más de un kilómetro desde casa a la estación de tren y viajo durante media hora hasta la hermosa y vieja estación de Príncipe Pío. Leo y escucho música. Compro tiempo, compro vida. Cada día camino desde la oficina hasta la estación de tren, viajo durante media hora y camino durante un kilómetro hasta mí casa. Leo y escucho música. Compro tiempo, compro vida.
No quiero teneres. Quiero tiempo. Para amar, acariciar, conversar, viajar, leer, bailar, escribir, cocinar, comer, discutir… Quiero que los viajes que conformen mi vida sean los que yo he querido, no los que han querido otros. Cuando el tren llegue a la ‘Estación Termini’ espero haber sido, no haber estado.
Quizá mejor 'ser' 24 horas una efímera que 'estar' 188 años como una tortuga estrellada.
Pensándolo bien, prefería 'ser' 188 años.