Los días roban ya espacio a las noches, más cortas y claras. Estallan las yemas de los árboles, cargadas de vida contenida. Verdes de todos los verdes. Alfombras blancas en la acera, cubiertas por pétalos de prunus que apenas sobreviven unos días al estallido de la primavera.
Es otoño.
La boca saliva cuando siente el aroma de las fresas. En breve se llenarán los mercados de albaricoques, nísperos y frambuesas. En las baldas del armario los jerseys dicen adiós. Se guardan las bufandas y se llenan las mesas de las terrazas de rayos de sol y cervezas transparentes.
Es otoño.
Estornudos, amaneceres antes del amanecer, días que se quedan detrás de la ventana más de lo acostumbrado. Termómetros que merodean esa temperatura que arranca sonrisas, que huele a mar y a montaña, a días de nada por venir.
Es otoño. Hoy es otoño.
Pasó el frío, escaso este año. Pasaron las nieves. Quedan pendientes algunas lluvias. Quizá no haya aún que llevar los abrigos a la tintorería. Bajo las estrellas hace frío. Suenan pájaros a deshoras y el campo vuelve a ponerse su atuendo de colores. Perséfone ha vuelto del inframundo para sembrar de vida la tierra.
Es otoño.
En todo el mundo hoy es otoño. Era otoño entonces, cuando acabábamos de estrenar zapatos y guardapolvo. Cuando en nuestra valija de cuero usado guardamos los libros para empezar cuarto grado y la cartuchera con sus lápices, su goma de borrar, su sacapuntas y su pluma Parker y dos recambios de tinta azul y un papel secante inmaculado. Cuando la vida se rompió para siempre. Era otoño.

Flores secas, otoñadas.
Llega la Semana Santa. Días para escuchar, siempre, a Bach. La Pasión según San Mateo. Un año. Y otro. Y esta, en primavera, también. Aunque llueva, aunque el calor no termine de llegar del todo, es primavera. Lo dicen los días, los árboles y las frutas del mercado. Las terrazas que transforman Madrid en Madrid. Lo dice ese sol tibio en las calles impares y tórrido en las pares.
Hoy es otoño.
Algunos días del calendario no tienen importancia. Son sólo días. Otros alegran y otros entristecen. Los que alegran y entristecen son los que marcan el ritmo de la vida. Creo. La llegada de un cumpleaños, de un aniversario, de un viaje que soñamos y cumplimos, de un amigo que vuelve o se va.
Hay días que aunque lleguen en primavera, son otoño. El 24 de marzo lo será siempre. Otoño. Ese día en mí casa los zapatos nuevos y el guardapolvo blanco se quedaron en el armario. La valija de cuero, junto a la cama, con sus libros y su pluma recién estrenada. No me pasó a buscar el autobús escolar y mis padres empezaron a hablar en susurros, preámbulo del miedo.
Cada 24 de marzo recuerdo que entonces, 1976, tenía 9 años; que ese día, en un lugar tan hondo que no soy capaz de encontrar, se formó una herida que nunca jamás cerró ni cerrará. Que duele.
"Se comunica a la población que a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta Militar. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones. Firmado: Jorge Rafael Videla, Teniente General, Comandante General de Ejército; Emilio Eduardo Massera, Almirante, Comandante General de la Armada; Orlando Ramón Agosti, Brigadier General, Comandante General de la Fuerza Aérea".
24 de marzo de 1976. Golpe de Estado en Argentina. La dictadura militar secuestró, torturó, desapareció y asesinó a 30.000 personas, tal y como recoge el llamado Informe Sábato.
Era otoño y cada 24 de marzo es y será otoño por aquí.

Jorge Rafael Videla y el resto de militares que dieron el golpe del 24 de marzo de 1976 en Argentina.