Móvil

Una joven navega por TikTok a través de su móvil.

FMParadiso.Una joven navega por TikTok a través de su móvil.

La vida falsa. La vida impostada. Puro trampantojo. Fábrica de ansiedades y frustraciones. Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, Francia, 1966) golpea duro. Los reyes de la casa se titula el libro. Una madre obsesionada por los reality expone a sus hijos a las redes sociales. Filma y comparte vídeos de los pequeños en YouTube y los convierte en estrellas, en famosos. En indefensos adictos a los me gusta y en obsesivos contadores de seguidores. Un día, la hija pequeña desaparece. La secuestran.

La novela es más que una novela negra. Es la crítica a la descomposición moral que vivimos y de la que somos protagonistas y que alimentamos justificando cualquier decisión con argumentos menores, infantiles, mentirosos. Que justificamos por el qué dirán, que es más importante, parece, que ser.

Hubo un día, uno concreto, en que decidimos entregar a nuestros hijos un móvil. Abrimos, con ello, la puerta a la nada más absoluta. Ese regalo llegó precedido de justificaciones injustificables: lo necesita, es para que llame cuando no está en casa, es para saber dónde está… Falso. Intuyo que en la mayoría de los casos entregamos el móvil por presión social, para que no se sientan diferentes a la mayoría y para que, a nosotros, a los padres, no se nos juzgue. Pura apariencia.

Ahora, gracias entre otras cosas a ese móvil, están con la vida en mundos que no existen. En mundos mentirosos que podrán o no alcanzar. En mundos que los alejan del mundo. En felicidades configuradas por píxeles efímeros. Vidas efímeras, manipuladas. Vidas de treinta segundos. Son niños.

Nosotros mismos, que ya tenemos muchos años, estamos enganchados. Podemos salir desnudos de casa, pero nunca sin el móvil.

Pura banalidad.

Elocuentes son estos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2022: el 69,5% de menores entre 10 y 15 años dispone de móvil. El 70,7% de chicas, el 68,4% de chicos. El 93,1% usa tabletas u ordenadores de forma habitual. El 94,9% ha accedido a Internet. Hablamos, digo, de menores de 10 a 15 años. Elocuente también que TikTok acabe de anunciar que limitará a una hora al día el consumo de su red social a los menores de entre 13 y 17 años, que hoy pasan una media de 96 diarios dentro de la aplicación.

Es elocuente que TikTok acabe de anunciar que limitará a una hora al día el consumo de su red social a los menores de entre 13 y 17 años, que hoy pasan una media de 96 diarios dentro de la aplicación

“Me alegro [de] que le hayas quitado tú el móvil porque yo en casa no me atrevo”. Así titula Abc una historia que desnuda la cuestión. Hablan expertos. "Los adultos son los responsables de establecer las normas de uso que los menores deben conocer, aceptar y obedecer, estén de acuerdo con ellas o no. Este debe ser el punto de partida". Adultos y responsables en la misma frase empieza a ser un oxímoron. Explican esos expertos que la mayoría de los menores recibe su primer móvil como regalo de primera comunión. A los nueve años.

Nada nos pasa a nosotros. Nunca. Hasta que nos pasa. Nada de eso que leemos, vemos, comentamos nos afecta. Nunca. Hasta que nos afecta. Hemos entregado a nuestros hijos y tenemos en nuestro poder un arma de destrucción masiva.

Sí, el móvil es un arma de destrucción masiva. Destrucción de la convivencia, destrucción de la imaginación, destrucción de la conversación, destrucción del aburrimiento. El aburrimiento, fuente de creatividad.

'Los reyes de la casa', libro de Delphine de Vigan.

'Los reyes de la casa', libro de Delphine de Vigan.

Me encanta la tecnología. Me apasiona Internet y me apasiona el futuro. La inteligencia artificial me subyuga. Los avances científicos me atrapan. No es culpa del móvil. No es culpa de Internet. No es culpa de la Inteligencia Artificial. La culpa es nuestra, que hemos sustituido lo importante por el móvil. Que no sabemos usar las herramientas. Un cuchillo, perdón por el ejemplo básico y ñoño, no es malo. Sirve para cortar. El malo es quien utiliza el cuchillo para apuñalar.

El móvil no es malo, lo malo es que lo hemos convertido en un paliativo de la vida. De la vida que no nos gusta. El móvil es el chupete que ponemos a los niños para que no lloren, no molesten y nos dejen en paz… En paz con nuestro móvil, claro.

Es un drama. Es un drama constatar que se dedica más tiempo al móvil que a la persona que tenemos al lado; que lo último que hacemos al acostarnos y lo primero que hacemos al levantarnos es mirar el móvil y no a la persona que tenemos al lado; que atendemos más al móvil que a los deberes de nuestros hijos, a sus preguntas o a sus requerimientos; que el móvil nos invalida; que sea ya habitual tener el móvil encima de la mesa en una reunión de amigos y comprobar que todos, en uno u otro momento, se evaden y consultan -nos evadimos y consultamos- su vida de mierda en el móvil.

El día que entregamos un móvil a nuestros hijos les abrimos la puerta a la nada, porque no hay nada ahí adentro más importante que lo que hay fuera. Puro placebo. Lo sabemos. Lo hacemos. Nosotros quizá ya no tenemos solución, pero ellos…

Sobre el autor de esta publicación

Fernando Mas Paradiso

Historiador y Máster en Historia. Inició su carrera como periodista en el diario El Mundo (España) en 1989, donde ejerció como redactor, jefe de sección, redactor jefe, corresponsal en Londres y subdirector de www.elmundo.es en dos etapas. En 2014 modificó su rumbo profesional. En 2016 fundó El Independiente. Tras dos años en el proyecto se lanzó a la consultoría de medios. Nació en Montevideo (Uruguay) en 1966 y reside en España desde 1976.