Génesis

Adán y Eva. Grabado de Alberto Durero (1504).

Adán y Eva. Grabado de Alberto Durero (1504).

Sucedió más o menos así. Una de las mujeres de la casa entró en debate con otra. Cosa habitual. Sobre creer o no creer. Sobre la fe. Sobre la religión. Una de esas conversaciones sin solución donde razón y creencia compiten en lo absurdo. Génesis de conflicto. Entre esas palabras e ideas entreveradas tuve la infeliz ocurrencia de interpelar a una de ellas, muy religiosa.

Respeto la esencia. Reconstruyo el diálogo. Esto:

_ A estas alturas no es discutible la teoría de la evolución. No podemos cuestionar que el Hombre -sustantivo genérico- desciende del mono.

Algunos ya estaban en otra cosa, habían desistido del diálogo, habían recogido los platos de la cena, habían pasado al helado, al flan o al móvil, cuando llegó la respuesta.

_ Del mono descenderá usted. Yo no.

En ese punto se acabó la conversación. No había posibilidad de réplica.

A lo largo de los últimos años -más de una década- he profundizado con pasión y egoísmo -por el tiempo robado al entorno- en el estudio de la Historia. Y en particular en el estudio de la Historia Antigua. Entre muchas lecturas, un clásico -quizá ya superado- de Samuel Noah Kramer titulado La Historia empieza en Sumer. La escritura -cuneiforme-, el torno, la cerveza, las ciudades. Por qué no, la organización política.

Las muchas historias del libro cuentan cómo los niños escribían sus deberes en tablillas de arcilla; cómo los contables registraban las transacciones y las cuentas; cómo en estos rectángulos incisos con un cálamo se escribió día a día el pasado que hoy exploramos sin brújula.

Así llegaron hasta nosotros dioses y reyes, mitos y leyendas. Utnapishtim, que luego fue Noé. Vidas de héroes como Sargón. La historia dice así: copero de un rey y armado de una ambición espléndida se convirtió en el gran rey de Akkad. Si atendemos a esquemas actuales, el primer imperio que existió. Guerra y miedo. Esa fue la fórmula de Sargón para enriquecer su reino y mantener su maquinaria militar. Nada cambia, si no el tiempo.

Hay un bronce hermoso que se dice que es el rostro barbado de Sargón. Como hay una máscara exquisita que se dice que muestra la mirada de Agamenón y que de verdad no es, aunque siempre será la máscara de Agamenón. Ponemos, ay, rostro a los héroes que fueron. Los revivimos. Necesidad de creer. Búsqueda de la génesis de la especie. El origen. Que no es lo mismo la génesis que el Génesis.

'Diario de Adán y Eva', de Mark Twain.

'Diario de Adán y Eva', de Mark Twain.

Recuerdo así, mientras escribo, Diario de Adán y Eva, de Mark Twain. Vuelvo a esa lectura cada tanto. Siempre lloro entre sus renglones. Desconsolado. No hay libro más lleno de amor. Y lleno, al fin, de vacío. Elogio de la pareja. Lamento, primero, por la soledad perdida; lamento , después, por la soledad recuperada. Indeseada soledad. Una condena.

Entonces entiendo. Entiendo que se crea. Que se crea en el polvo y la costilla y en el soplo de un ser divino que decide poner a los Hombres a jugar sobre la Tierra. ¿Por qué no?, me pregunto. Porque no, me respondo. Debe vencer la razón, el conocimiento científico, el sentido común. No la fe, que es a veces sumisión cuando se aloja en los más vulnerables. Aún así, y porque no, entiendo. Entender no es, sobra decirlo, compartir.

Que se crea, pero que se sepa. Que se sepa de cuentos y leyendas. Que se sepa que antes de antes existieron ya esas necesidades. Con otros nombres, en otras culturas, en otras tierras y bajo otros cielos. Pretendo, ridículo, que se entienda que la nada que antecedió a Adán y Eva era ya todo, una nada repleta de personajes a los que agradecer, a los que pedir, a los que retar por incumplidores; personajes en quienes depositar el orgullo de un pueblo, de una comunidad. Existía antes de la nada gente que adoraba a sus adanes y sus evas, como después los griegos tuvieron a sus heracles y los romanos a sus eneas. Historias hermosas, llenas de imaginación. De necesidades. Al fin al cabo, historias donde se entrecruzan los síes y los noes. Razón y fe.

_ Del mono descenderá usted. Yo no.

Creo que sí, que del mono.

Sobre el autor de esta publicación

Fernando Mas Paradiso

Historiador y Máster en Historia. Inició su carrera como periodista en el diario El Mundo (España) en 1989, donde ejerció como redactor, jefe de sección, redactor jefe, corresponsal en Londres y subdirector de www.elmundo.es en dos etapas. En 2014 modificó su rumbo profesional. En 2016 fundó El Independiente. Tras dos años en el proyecto se lanzó a la consultoría de medios. Nació en Montevideo (Uruguay) en 1966 y reside en España desde 1976.