Como en la novela de Oscar Wilde ‘El retrato de Dorian Grey’, un ensayo sobre el narcisismo y la eterna juventud -en este caso eterna permanencia en el poder- el líder del PP Alberto Núñez Feijó retrató a Pedro Sánchez con su verdadero rostro ya deteriorado y de manera demoledora recordando su colección de mentiras y desafueros contra las instituciones empezando por la Justicia.
Mentiras con las que Sánchez intenta justificar su empeño de seguir en el poder comprando los votos de su investidura a los delincuentes de ERC y JxC con una inconstitucional ley de amnistía. La que proclamaron así, hace poco, Sánchez, sus ministros y numerosos dirigentes del PSOE. Como la proclaman inconstitucional los más prestigiosos juristas del país.
Una Ley con la que Sánchez destroza el Estado de Derecho y rompe la cohesión constitucional y la nación española con el argumento, también falaz, de que con ella se busca la convivencia en Cataluña cuando lo que Sánchez busca es, sola y exclusivamente, permanecer en el poder.
Y una Ley con la que Sánchez engaña a Puigdemont y Junqueras porque no será aplicable en seis meses como les ha prometido, no podrá incluir en la amnistía a los asesores y los amigos del prófugo de Waterloo y porque, probablemente, los tribunales europeos y españoles rechazarán la Ley.
A sabiendas Sánchez que la convivencia en Cataluña empeorará porque los separatistas consideran la amnistía sólo como un punto de partida hacia la independencia. La que, si Sánchez no les facilita con un referéndum, provocará un nuevo golpe de Estado como el de 2017.
Lo que en todo caso será imparable si Puigdemont y Junqueras pactan, y lo que acabará por derribar el Gobierno de Sánchez si los líderes de JxC y ERC pelean entre ellos dos.
Sánchez basó su discurso en unificar la derecha de Feijóo con la de Abascal y quiso derivar debate de la investidura hacia su programa social (que lleva cinco años de retraso) pretendiendo pasar ‘de puntillas’ sobre la cuestión crucial de la amnistía y sus pactos con el golpismo catalán de JxC y ERC, donde entre otras cosas se incluye el Lawfare contra los jueces.
Acuerdos con separatistas y la extrema izquierda de Sumar, con Bildu -y sus pactos ‘encapuchados’ como los llamó Feijóo-, y con un PNV de derechas al que, como a JxC, Sánchez incluyó como una parte de su ‘Gobierno progresista’.
Feijóo hizo un buen y contundente discurso político, que lo consolida como el líder del PP y de la Oposición. Y Sánchez se refugió, con burdas risotadas, en su ‘legitimidad’. La que electoral y en número de diputados tiene en el Congreso.
Aunque no la tenga política y moralmente porque faltar a la verdad e incumplir el programa electoral (como ya lo hizo en 2019) con el que acudió a los comicios del pasado 23-J.
Seguramente, este jueves, Sánchez será investido presidente del Gobierno para regentar una legislatura muy complicada que muy probablemente no concluirá. Porque, como en ‘El retrato de Dorian Grey’, su imagen, ambición y narcisismo se le irán degradando a gran velocidad. Puede incluso, que de manera más rápida de lo que él podría esperar.